miércoles, 29 de diciembre de 2010

martes, 28 de diciembre de 2010

El ladrón de guante de lana

Aunque las tiendas vecinas ya llevaban varias semanas iluminadas con estrellas fugaces, horteradas varias y Rudolfs (¿Rudolfes?) de nariz colorá, hasta el día 28 de diciembre, Jose, el de los huevos XXL, no compró el árbol de navidad. Lo dejó apoyado 5 minutos en la puerta de su local mientras entraba a por las bolas y el espumillón que guardaba cada año en el armario del almacén. Cuando salió dispuesto a adornarlo, en lugar de abeto, solo quedaba un poco de tierra, alguna rama y un puñado de hojas pequeñajas por el suelo en dirección al metro. Desde allí el secuestrador envió un sms: INOCNT!! ; )

jueves, 23 de diciembre de 2010

Belén hoy

Son muchas las ocasiones en las que he querido publicar un post sobre un tema que queda al otro lado de un muro mediático y que a veces se asoma para decir "Aquí todo sigue igual", latente, impasible: el conflicto entre Israel y el Mundo Árabe.
Describía ayer M.A Bastenier la situación: A fin de 2010 nunca había estado tan lejos la firma de la paz en Palestina. Pero el conflicto, aunque intratable, dista mucho de ser por ello incomprensible. Y apunta: Hay ocupantes y ocupados, resoluciones de la ONU y convenciones de Ginebra vulneradas, y nadie ignora cuál puede ser su solución: retirada israelí de la mayor parte de lo ocupado en 1967 -Cisjordania, el Golán y Jerusalén Este- permuta de territorios libremente negociada para compensar lo que Israel retenga, y compensación básicamente económica para los descendientes de los expulsados de Israel o el resto de Palestina.


Mientras difícilmente se llega a una reorganización justa de territorios, aquí, ajenos, seguimos deseándonos felices fiestas y colocando nacimientos pensando en un Belén desocupado. Por su parte, en la Tabacalera de Madrid han creado una maqueta resultado de combinar Historia con actualidad. Pastorcico, pase usted por el check point. Triste ironía.

Solsticio malavenido

Después de un comienzo de semana gafazo haciendo el papel de técnica superior de reclamaciones y líder en utilización de frases hechas: "Sí, entiendo su postura pero debe comprender que...", "Lo siento, esas fueron las condiciones acordadas", "Disculpe, no volverá a ocurrir", resulta que sí, que vuelve a pasar, esta vez a través de una llamada de madrugada. Aunque encontramos soluciones de inmediato, me quedo desvelada con los ojos abiertos, ojos de pez, mucho más tiempo del necesario.
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Dormir poco atolondra mis sentidos y por la mañana hago cosas tan absurdas y que sientan tan mal como pisar un adoquín roto con charquito en su interior o subir la cremallera del abrigo y que se atasque a la altura del ombligo justo el día en que comienza el invierno. A los pies-mojados y chaqueta-pecho-al-aire solo falta añadir un café frío (Avería en el termo) para ser el segundo peor día del año.
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Al final, esta confluencia de malas energías la achaco a la luna llena.
- ¿Y qué culpa tendrá...?
- Sí, sí. Algo habrá hecho.

martes, 14 de diciembre de 2010

Arte U

Arte Ur

Arte Urb

Arte Urba

Arte Urban

Arte Urbano

Narobu Trea

Narobu trea o trea narobu. O aert uboran. O aret urbona. O arte urbano protegiéndose de la lluvia ácida.

(V)ArTE(R)

jueves, 9 de diciembre de 2010

sábado, 27 de noviembre de 2010

Gringada

Me contaba un mejicano muy chingón que, como había que recortar gastos, ahora que se acerca fin de año en su empresa les habían propuesto elegir entre "la sena o la sesta". Lo de la cena lo entendí pero me despedí de él pensando que qué sería aquello de la sexta. ¿La sexta... qué? ¿Una sexta paga extraordinaria? Esta gringa está en la parra, pensaría él.
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Ojeando un mini artículo sobre micología caí: aaahhhh, se refería la cesta de navidad. Esa que viene con productos valorados en mayor o menor grado de generosidad cuya función es, en dos mordiscos de polvorón y un par de tragos a la botella, quitar los sinsabores que haya habido en un año a pico y pala.
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Esta mañana he visto cinturones de diferentes colores y tamaños esparcidos en el suelo de la calle. Hay quien aún tiene suerte de recibir una "sesta". A la inmensa mayoría no le queda otra que ajustarse el "sinturón".

domingo, 21 de noviembre de 2010

Arrollador Arcade Fire

Han entrado arrollando, han tocado dejándose la piel en los instrumentos y el alma en la pista, y se han ido cuando sus voces aún serpenteaban entre los incrédulos asistentes que clamábamos más. En inglés y en voz en grito: MOOOOOREEEEEEE! Pero sé que aunque hubieran seguido 4 ó 5 horas (cosa que dudo pueda soportar cuerpo humano alguno), a nosotros, insaciables, tampoco nos habría bastado. Y sé que, típica fiebre postconcierto, nacerá en muchos de nosotros un frikismo Arcade Fire que nos perderá en zocos cibernéticos, foros, blogs y páginas güeb donde encontrar las más insignificantes curiosidades de los componentes del grupo. El Butler, la Regine, la Sarihta, el Jeremy,...
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Pasados sesenta minutos, el directo me ha recordado una noche en Maputo en la que un torrente de lluvia me despertó colándose a través de la mosquitera de la ventana de mi dormitorio. En la vida había visto nada así. Cerré bien las contraventanas y, después de secar el suelo con una fregona que demostró capacidad de absorción para emergencias alerta roja, me fui corriendo a la terraza a contemplar esa bestialidad. Eso no era lluvia, era una descarga acuática, lumínica, sonora y energética de origen divínico. (Cuando amainó el espectáculo a domicilio, con mentalidad capitalista me pregunté: ¿Si echo una moneda, se repetirá?)
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Así son estos canadienses. Llenan el Palacio de los Deportes hasta los topes y se entregan funcionando como un mecanismo de engranaje perfecto. Sus ocho componentes exprimen cada instrumento (entre ellos, ¡dos baterías!) que van pasando de manos como quien juega a las cartas. Tan pronto tocan el acordeón como una guitarra o se marcan una canción integral con el micrófono principal. El resultado se filtra por todos los poros de un público que, dicho sea de paso, se han metido en el bolsillo desde el primer tema. Además, haciéndonos un favor a los que controlamos mejor su disco Funeral, lo han recorrido casi en su totalidad.
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Sin tener en cuenta una iluminación de base, como único efecto audiovisual han contado con alguna videoproyección que agilizaba más aún, si cabe, la puesta escénica. La imagen de dos caras en blanco y negro con ojos penetrantes y boca redonda parecía acompañar nuestro MOOOOOOOOOREEEE! Otra vez será, será... ¿Será en el 2011?

sábado, 20 de noviembre de 2010

Distracciones

Entre ñoña y dulce, Julieta Venegas ha desplegado las lengüetas de su acordeón y lo ha hecho media hora más tarde de la hora prevista. Delante de las figuras de Don Quijote y Sancho Panza, hoy, en la Plaza de España, todo se hacía al modo mejicano, sin prisa. Olía a Méjico, sabía a Méjico y sonaba internacional.
El sonido saturadísimo y los micrófonos acoplados le han servido para presentar una de sus canciones en la que los errores, ha disculpado, forman parte de nuestro día a día. Ha hablado de amor, de instantes eternos, de emigrantes, de distracciones (la mía: bajar al concierto). Ha hablado de revolución, no la que acabó con el porfiriato, sino de la que se produce en nuestro interior cuando nos damos cuenta de que algo está demasiado quieto.
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En cualquier caso, el contenido de sus temas no aporta nada que no se haya dicho ya, nada Original (parafraseando una de sus canciones) pero sí lo es el modo de cantarlos. Algunos parecen baladas, otros se acercan al hip hop al más puro estilo Mala Rodíguez y los hay semejantes a nanas con melodías muy agradables al oído que, de vez en cuando, apetecen. Y hoy apetecía escuchar en directo a esta recién estrenada mamá.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Reclamación


Por 4€ nos dieron dos pintxos + las dos cañas pero... ¿Y los vascos?

jueves, 18 de noviembre de 2010

Holadiós a T Funkey

Mi estreno en la Sala Caracol como espectadora ha tenido la suerte de contar con The Funkey. Este grupo consigue lo que promete. Por un lado, provocar sensación de bienestar y ganas de desmElenarse, y por otro hacer vibrar hasta el último dedo del pie creando música de colores (aunque aquí estén limitados al azul grisáceo y al gris azulado).


En el eje del escenario, T, su vocalista, es la directora de orquesta, la estrella sobre la cual giran el resto de musicastros de esta banda que, según nos contaron, tras este concierto, cierran una etapa.
- "Vamos a ir más allá"
- "¿Más a jazz?"
- "No"
- "¡Ahhhh!"
¿Hacia dónde se dirigen? Está por ver.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Hasta aquí hemos llegado

Un autobus pasó por la parada de la calle Isaac Peral y, debido a un caso de exceso de amabilidad, ahí se quedó.
Estábamos a la espera Una y la Otra. Cuando la Otra llegó, Una ya estaba en el banco sentada fumando un Camel light mentolado. Debía llevar esperando un cigarro y medio porque había una colilla también de menta, también light y también Camel entre sus pies.
Se aproximó el 44, abrió sus puertas y Una dijo a la Otra que pasara ella. Pero la Otra entendió, que por justicia ciudadana, Una había llegado antes y que debía pasar ella (Una) en primer lugar.
Una insistió a la Otra. La Otra, halagada, hizo lo propio y cedió su turno a Una. Finalmente, la Otra decidió pasar pero lo hizo al mismo tiempo que Una y las dos se quedaron encajadas en la entrada del autobús.
El conductor, por respeto a la vida y por no deshacer el pack, evitó cerrar la puerta bloqueda y cogió el micrófono: "Pasajeros, todo el mundo abajo que hasta aquí hemos llegado".
Y así fue como Una y la Otra se fusionaron y se convirtieron en Una.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Ilusión a la basura

Hay trabajadores que con el único objetivo de dar envidia al resto del mundo, se van guardando todas las vacaciones del año, horas extras incluidas, para disfrutarlas en el mes de noviembre. A veces eligen un lugar cálido como la Isla de Bali con tiempazo, paisajes de ensueño y horas para perder en la arena. Y pienso, bueno, esa imagen la tengo en mi salvapantallas y total, con la calefacción pegada a la espalda y un termo siempre entre las manos, aquí no se está tan mal.
Otras veces se compran un billete a destinos montañosos, los fotografían, los titulan Tocando el cielo desde el andino Machu Picchu y te lo envían al móvil. Mi reacción: para cuatro ruinas, la piedra que uso de pisapapeles. Y sin pasar mal de altura.
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Cuando los empleados descansan a destiempo y por tanto, más holgada está la plantilla, es cuando los espíritus canallas quedan a tomar un vermú en el Económico para decidir cómo complicar la existencia de los que nos quedamos cumpliendo horarios. Falla la conexión a internet, te hacen preguntas que nunca debieron haberse (o haberme) hecho y se organizan eventos con necesidades atípicas e imprevistas que no sabes por dónde coger, ni por dónde soltar, que hay que cubrir y que una compañera describe diciendo "Han pedido un mono colgado de una lámpara". Ahí te apañes.
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"Esta vez se han pasado. No quieren un mono: ¡Quieren el gorila!". Traducción: a última hora han solicitado un profesional que controle de tramoyas. Trapo... ¿qué? Consultamos de inmediato a la RAE. Tramoyas: máquinas para figurar en el teatro transformaciones o casos prodigiosos.
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Casos prodigiosos... mmmm. Resulta que actúa el sublime(nal) Juan Tamariz en el mismo escenario donde en su día se grabó Hablando se entiende la basca (prehistoria de Tele5). Nos han enviado un listado de condiciones técnicas con lo que, a la fuerza, me he enterado, sin piedad, de todos toditos sus trucos. Lo que ellos llaman asistencia de luz y sonido yo lo llamaba magia. A mis ojos, este maestro se ha caído del pedestal. Desde el ala de su sombrero, cual trampolín, se ha precipitado al vacío el adjetivo que ostentaba de sagrado. (Iba en bañador. Doble voltereta, saludo a los presentes y ¡PLÁS!)
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A pesar de todo, hay algo que forma parte de Tamariz (que otra cosa no, pero guapo... ¡Qué porte!, ¡Qué Don Juan!), que no necesita tramoyistas y que seguiré viendo con la misma ilusión de pichón del primer día: su violín. Ñiaaa ñiaaaa ñiaaaaaaaa.

martes, 9 de noviembre de 2010

Maravillas de la luz


*Foto de una foto en una calle de París (año 2005).

domingo, 7 de noviembre de 2010

Octofobia: miedo al 8 (miedo al futuro, ¡a mañana!)

Anoche, después de despedirnos de la señora Yudobro, el carril que generalmente está atestado de taxis haciendo cola (que no esnifándola) para recoger a viajeros alsáticos, estaba desalojado. En su lugar había un cordón policial, dos lecheras arriba para impedir la entrada de coches y otras dos patrullas abajo para bloquear el paso de circulación. Ahí, enfrente del portal del que salíamos, un pastor alemán (que no un evangélico sino un perro ladrador poco mordedor) y cuatro policías se centraban en la complejísima tarea de abrir una maleta. Era la típica bolsa sospechosa de viaje negra abandonada. Y nosotros, como si nada, chulos, inconscientes o cansados, seguimos andando en vez de salir corriendo, lo cual, ante semejante despliegue humano, técnico y animal, habría tenido su lógica. Pero no se escuchó ninguna explosión. El máximo destrozo que vimos fue un casco de moto rodando que debió tirar el poli grandote solo él sabe por qué.

Llegando a casa, me encuentro con un amigo:
- "¿Qué tal? ¿De retirada?"
- "Ya de vuelta sí, que hoy nos ha dado por creernos pelotón ciclista y estoy reventada".

Hablando de todo y de nada, me enseña la multa que le han puesto por beber una lata de cerveza (concretamente una "Mahou", dato que debe ser relevante) en la calle cuando hablaba tranquilamente con dos más, es decir, por consumir alcohol en la vía pública.

- "No molestábamos a nadie pero se han acercado unos maderos (barnizados) y me han premiao con esta papeleta blanca".



La policía se aburre y mucho. Cada noche sale de paseo y a menudo se concentra en zonas que no necesitan de sus servicios. Firmando autógrafos justifica la creación de cuerpos como la BESCAM que garantiza la seguridad del ciudadano. Pero no son conscientes de la gravedad que está alcanzando el asunto al favorecer el nacimiento de miedos infundados a su alrededor. Temores cada vez más irracionales.
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Según fuentes sanitarias, se están multiplicando los tipos de fobias en los grandes núcleos urbanos. Destaco a continuación las de más difícil superación:

Anadtidaefobia: miedo a que un pato nos esté observando.

Anquilofobia: miedo a ser enyesado.

Araquibutirofobia: miedo a que se incrusten las cáscaras de cacahuete en el paladar.

Caligenefobia: miedo a las mujeres atractivas (= miedo a mirarse al espejo para algunas).

Deipnofobia: miedo a las conversaciones de sobremesa.

Filemafobia: miedo a los besos.

Hipopotomosntrusesquipedaliofobia: miedo a las palabras largas.

Optofobia: miedo a abrir los ojos.
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Panfobia: miedo a todo.

Sofofobia: miedo a aprender.

Así que por si alguien que esté leyendo se clasifica dentro de este último grupo, no voy a enseñar más, no vaya a crear también la webofobia o miedo a convertirse en el símbolo @ y vivir golpeado por un dedo índice.
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*Dudo que estas fobias estén registradas en algún hospital. Las he recogido de "Información sobre el miedo" de la obra Canguelis producida por la compañía catalana de teatro gestual Vol-Ras.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

¿Miga o corrusco?

Un hombre es arrestado por robar la corteza del pan. "Es que solo me gusta esa parte", explicó.

Aunque podría, no se trata de un titular del recomendado El Mundo Today sino del principio de un relato de Woody Allen, que coincide con mis inicios en el desarrollo de mi moralidad. Pero yo siempre he sido más de miga.

Después de superar esa fase del egoísmo (o amor propio), del yo, yo, yo y todolomejorparamí, tuve que pasar (forzosa e inexplicablemente) a la siguiente etapa que consistía en ceder a mi hermano mi tesoro y quedarme yo con el corrusco de la barra, esa parte rígida, totalmente impermeable a cualquier salsita de guiso y muy desagradable a mi pobre dentadura por la que empezaban a asomar sus primeros brackets.

Y ahora, después de muchas salsas sin mojar (¡uy!), me entero de que llevo toda la vida equivocada. Paso por un escaparate y veo una estantería hasta los topes de libros de autoayuda y libros de luz, bien iluminados para que no pasen desapercibidos, destacando frases como: motivación, superación personal, ¡estima al egoísmo!,...

Esto me recuerda esa sabia frase de Rousseau que dejó a sus colegas ilustrados todo envidiosos y que exclamaron un redondísimo ¡OHHH! con boquita francesa al oirla.

- "El niño no es un hombre ni un animal..."

- Y todos: "¿Qué es? Por tus muertos, ¿qué es?"

- "El niño..." dijo mirando a todos, uno por uno, alargando su sufrimiento: "Es..."

- "¡Dilo ya rusó maldito o te arranco los cataplismas y hago que te los sirvan en el crep con cambembert que te desayunas cada mañané!"

- "El niño es un niño".

- "¡OOOHHH!", dejó escapar la audiencia.

Y siguió (o tal vez no continuó con este párrafo pero reinventar la Historia es así de fácil): "Le acostumbráis a que siempre se deje guiar; a que no sea otra cosa más que una máquina en manos ajenas. Queréis que sea dócil cuando es pequeño y eso es querer que sea crédulo y embaucado cuando sea mayor".

Cuatro siglos después, hoy, pienso que si hubiera sabido leer a los 3 años, me habría ahorrado este aprender a desaprender lo aprendido: compartir, tener en cuenta a los demás, dejarse guiar (a ciegas), etc. "Lo primero eres tú", dicen. ¿Yo? Pues a partir de ahora me pido siempre la miga. Y que me arresten.

domingo, 31 de octubre de 2010

Espiral de energía sideral

Sigo centrada en el experimento The Poch Bitch Project. Pero una semana de trabajo aislada en la nave poligonera se compensa con dos noches de baile hasta romper las botas, un email balcánico que me ha entretenido bastante, y una Beautiful película en lo que será el centro neurálgico de la próxima jam pluridisciplinar primavera 2011.

Viernes noche, elegir el vestido rojo para acompañar el regalo de Tim Burton dentro del ferétro hecho en cartón bebeuvea fue una buena idea teniendo en cuenta que el lugar que nos acogió para tal entrega fue de lo más taurino que haya pisado jamás. Las jarras de sangría bajan de nivel y ¿qué ocurre? Que rediseñamos el menú de la pizarra: tendrán de segundo Estofado de lengua y que aunque sea Halloween, entra un tío vestido de gallo que se niega a escuchar el chiste de ¿Qué le dice un pollo a un pato?

Un grupo se separa de forma sideral. Otro, el de Lavapiés, se guarece dentro de un taxi (dejando pendiente una cena en San Francisco in english). El último cuarteto, cual langostas con tirantes, llega nadando hasta el garo o el garito, o el garitazo a cantar como nunca canciones de siempre.


Hoy, un día lluvioso muy bruxelloise nos quitamos la idea de ir de cuquisetas. Aun así, cojo el tren para ver a los chiquillos. En la segunda estación una señora asmática me dice que si le regalo un trocito de pulmón. Solo un trocito pequeño, insiste sonriendo. Su carro de la compra está suelto y al frenar la locomotora, el carrito escocés viene hacia mí. Le paro y se lo devuelvo a la mujer. Es que quiere ir contigo; se ha enamorado de ti, me dice. Me río, me despido y ella me da las gracias. Apunto en la agenda de la próxima semana: donar sangre.
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Llego a mi destino donde el plan es un cineforum pero un quera no quiere quedarse. Nos reímos a destiempo por culpa de los subtítulos. Disfrutamos viendo una peli nevada de principio a fin y descubro que a Ema Thurman escuchar cuatro palabras (Good night sweet girl) de su chico le basta para volver con él a Chicago.

A nosotros nos basta con coger la carretera de la Coruña dirección contraria a Galicia para volver al barrio. Teníamos entradas para un concierto. Esta noche, en la que ganamos una hora, aplaudo a (= meto entre mis manos la cabeza de) Muchachito que no es un infierno sino una máquina de de generar energía en tabletas. El termoscopio que construyó Galileo mide el calor de la sala y llega a la conclusión de que el oxígeno se ha consumido y de que al togonino le chorrea ya la camiseta. Lo hemos dado absolutamente todo (menos los pulmones: hoy no nos sabíamos las letras).

A estas horas y en pijama, necesitaba conectarme a internet para comprobar si tenía noticias de Croacia de última hora. Pero nada. Niente. No news good news, dicen los intérpretes del silencio.
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Como dice la rubia de la peli: Buenas noches, sweet night.

miércoles, 20 de octubre de 2010

El ingrediente secreto

Todo puede justificarse. Por ejemplo, llegar tarde a trabajar. Hoy yo me he pasado bastante, sí, pero tiene su explicación (y yo la mía).

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Dos horas antes de ese momento la situación era la siguiente. Como cada madrugá, ha sonado mi despertador. Tanto me gusta la canción que me tira de la cama que la he dejado sonar un ratito: Bravely I look further than I see / Knowing things I know I cannot be. Luego la he mandado callar no para ponerme en pie sino para volver a mi sueño. Necesitaba averiguar un misterio irresuelto: había dejado un bizcocho a medio hacer por culpa de un ingrediente desconocido ¿¿Cuál?? Después de unos minutos somnolientos dándome cabezazos en una cocina que tenía un reloj con letras en vez de números (representación de mi objeción a las matemáticas) y paredes inclinadas hacia fuera (¿imagen de mi desequilibrio?), he sentido un regustín igual al que proporciona un baño caliente tras un día de ventisca en la nieve. La respuesta la he encontrado dentro de un sobre. ¡Rás! Lo he abierto y ahí estaba, blanca y en polvo: ¡La levadura!

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He dejado el bizcocho hinchándose y me he levantado ya por fín, ya de verdad, en este mundo en el que, si te pellizcas, duele. En ella he visto a un presidente español que también busca soluciones ocultas a problemas conocidos. Que no sabe si quitar azúcar, poner más sal, llamarle huevo a la harina o darle más caña al horno: ¿cuál será la mejor combinación para este nuevo Ejecutivo? Y en esa misma vida tan real como villana, he pensado que igual de compleja puede resultar una relación parejil, de a dos (en el poliamor hoy no me meto). No todo se arregla con polvitos mágicos.

jueves, 14 de octubre de 2010

martes, 12 de octubre de 2010

Los mini mareos de Ceci

- "Me dan mini mareos cada vez que miro los agujeros negros entre las piedras del Risco de los Claveles".

- "Pues no mires mucho, ¡cabra loca! Y sácate las manos de los bolsillos".

- "Por cierto, tú pareces un mono que necesita apoyar todas las extremidades para caminar".

- "Mira chatín, la piedra ésta resbala y estamos a una caída guapa hasta la Laguna de Peñalara. Además, el macuto me tira para atrás y me hace perder el equilibrio".

Un día en la Sierra da de sí mucho más que mis gemelos, algo agarrotados por falta de costumbre. Entre quejido y dolor, recuerdo al escalador Alex Huber. Este deportista impartió una conferencia el jueves pasado en un pijhotel de la capital para hablar a los empleados de una multinacional de ciertos valores considerados necesarios para conseguir objetivos en cualquier ámbito: esfuerzo, perseverancia, búsqueda de alternativas, superación de miedos, etc. Yo, a otro nivel, lo he vivido en mis propias carnes. Cuando he visto el principio de nuestro sendero y el pico al que pretendíamos llegar he pensado, uf, uf, es muy duro, no voy a poder. Y, luego, una vez dentro del meollo, con el ritmo, izquierda - derecha - izquierda -derecha, me quito el jersey, izquierda - derecha, hablando de gente atrapada en cuevas, otra capa fuera, izquerda - derecha, un descanso porfa, todo es mucho más sencillo: ¡y ya hemos llegado!

El descenso algo fatigant nos dirige al bar de la estación de Cotos: colacao y resposo rápido que en 10 minutos sale nuestro tren. Entrar en Madrid en coche el último día del puente del Pilar no entra en cabeza de chulapo. Chaca chá, chucu chú, calorcito y siesta de vuelta.

Pilas cargadas de sobra para una mini semana ¡de tres días de trabajo!

(Por cierto, un timo. Un timo o un desacierto nominal: en la Laguna de los Pájaros lo más parecido a un ave han sido nuestros silvidos de jilguero enjaulado).

lunes, 11 de octubre de 2010

Tan breve como este relato

¡Aaaaaaaaaaarriba! De un salto, mi canción favorita y un sol redondo como un tomate, me sacan de la cama. Es domingo y es obligado salir a la calle.

Ya de paseo, un semáforo acaba de ponerse verde para los peatones cuando el golpe seco de un coche lanza a una niña por los aires como solo ocurre en las películas. Al volante, un señor de ochenta y muchos años, se reajusta las gafas: “No he visto… no me ha dado tiem...” Se traga estas justificaciones que le escuecen tanto por dentro como las lágrimas que riegan sus mejillas lo hacen por fuera.

Una persona que ha vivido mucho no ha permitido que lo hiciera el cuerpo con zapatos azules de muñeca que ahora yace en el suelo. Un reguero de sangre fluye de su cabeza.
Tres años. Eso fue todo.
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Fin.

martes, 28 de septiembre de 2010

Lo que dura medio trayecto

Rondando la misma época en que me llevaron a ver el poste del post anterior, cuando aún era verano y no hacía falta llevarse chaqueta "por si refresca", me encontré de pronto una noche en Leganés entre estatuas humanas que colocadas a lo largo de una abarrotada avenida, habían recurrido a pintura de oro, cobre, bronce y otros metales para asemejarse a los materiales que emplean los escultores. La pareja más arriesgada había elegido un elemento al alcance de todos con el que se cubrieron y el cual dejaron secar hasta cobrar un aspecto de seres del desierto.
Había además, entre otros, un Gandhi rememorando la Marcha de la Sal, un Neptuno que había creado todo un escenario marino a su alrededor, un Charlie Chaplin sosísimo, una Geisha con pelos en las piernas, un soldadito de Toy Story muy logrado, la equilibrista amarilla sobre su bici color limón, etc. Pero nuestra favorita fue, sin duda, la limpiadora. Una chica plateada, agachada, mirando hacia el suelo con una balleta en la mano, un cubo con agua, una tela de plástico que daba la sensación de estar llena de jabón y un balde con el mensaje dedicado A las mujeres que silenciosamente han construido la Historia.
"Te hice millones de fotos. Nos encantaste" Esto se lo dije a ella, a la mimo, anoche. Había tenido un día de esos en los que ciertas preocupaciones me hicieron entrar en el metro con el ceño fruncido. Ví que en mi vagón, en mi parada, Tirso de Molina, se sentaba enfrente de mí la mujer.

Le digo: Hola, ¿Estuviste en Leganés el mes pasado?
La mima responde: Sí...
Yo: Te he hice millones de fotos. ¡Nos encantaste!
La mima, tímida (los mimos suelen expresar todo con el cuerpo para descansar la voz): Gracias.
Yo, fascinada por escucharla: No sabía que también actuabas por Madrid.
Ella: Sí, en la Calle Mayor.
- Me encantó la idea. ¿Cómo se te ocurrió? ¿Cómo surgió?
Ella: ¿Cuántas paradas te quedan?
Le digo mirando el cartel de fuera: Una o... ninguna.
Ella: Entonces solo te cuento la versión corta.

Pero tampoco ésa la terminó. Y así, con una explicación a medias, subí arrastrando los pies las escaleras subterráneas, subterrestres y subterrícolas pensando que o bien volvía a buscarla para que me revelase el final o me lo inventaba yo. Y en eso estoy. Acabando esta microhistoria con un olé a una mimo silenciosa, una alegoría que, mediante una sencilla iniciativa, nos hace dirigir la atención a aquellas mujeres que han construido y construyen la Historia acalladas por el botón mute.

domingo, 15 de agosto de 2010

viernes, 30 de julio de 2010

¡A la rica gamba!

Durante el verano los empleados que están en plantilla airean su puesto y se lo prestan a jóvenes que firman unas prácticas a veces bajo cualquier condición y a cualquier precio (o a ninguno) con tal de ir metiendo cabeza. Y lo que meten es la gamba, algo necesario pa que la vida tenga más salero.

Decía una escritora muy freaky de lo suyo que de pequeña se relamía al ver erratas o errores en cualquier tipo de publicación que cayera en sus manos.

Yo también he sido afortunada de chuparme los dedos de gustirrinín:

Ayer, los ministros y las ministras reaccionaban públicamente ante la prohibición de las corridas taurinas en Cataluña.

Anoche, al corrector de este diario le llamaron dos amigos que estaban sentados en un terraza "de lujo, tío, te tienes que venir" y pasó por alto este entrecomillado al que, tal cual está, habría que añadir: Leire, ¡cúrrate tu discurso!

martes, 27 de julio de 2010

Cuando la tiza marcó el compás

Tres días después del brutal suceso de Duisburgo ya es hora de esclarecer por qué no. Por qué no se evitó lo que ocurrió y cómo es posible que hoy, en pleno siglo XXI, en Alemania, una aglomeración humana quede atrapada en una ratonera de ese modo. Lo leo en el autobús por la mañana y siento una punzada en el estómago. Morir aplastado…

Por la noche, en el Café Libertad, 8, vivo otra sensación muy intensa que me remueve por dentro pero que no tiene absolutamente nada que ver con la anterior. Aquí no hay una marca blanca de tiza en el suelo a la salida de un túnel sino vigas de madera y terciopelo azul Marino.

El violín lo llena todo. Es sobrecogedor. El cantautor (cansautor) a quien acompaña, que era el principal reclamo, ha quedado en un segundísimo plano. Peor. Fuera de escena. A mis ojos no existen más que ellos dos. Él, músico y él, violín. Ese instrumento pequeño y manejable que obliga a su maestro prensarlo entre cuello y hombro (no vaya a salir danzando), causa en mí un efecto peligrosamente hipnótico de atontamiento enamoradizo. Una preciosidad.

En ocasiones, mi estómago se encoge y mi respiración se acelera empujados por emociones que me pillan de sorpresa al hacer cosas tan previsibles como leer la página de un periódico o entrar en una mítica sala de conciertos de Madrid.

sábado, 24 de julio de 2010

En otra dimensión

Dos tías y un sobrino vamos a sesión de cine infantil. La entrada incluye gafas negras de 3D y palomitas. Pedimos un alzador para que el peque no solo vea el sombrero del sheriff Woody sino la pantalla completa. Y buscamos a oscuras nuestras butacas hasta que llega el acomodador a solucionarnos la misión: "¡Seguidme!"

¡Menuda historia la de los toys! Sobre todo la segunda parte en la que los niños se han acabado sus cucuruchos y sus bocas tienen ahora vía libre para hablar y reír. Las bocecillas salen de asientos de diversas filas de la Sala 3 y comentan entusiasmadas un momento que consideran estelar: el Señor Patata convertido en tortita, primero y en salchicha, después. Aunque reconozco que me dejé arrastrar por la excitación del público, objetivamente, es una escena muy graciosa.

Me toca salir corriendo a los baños de mujeres al oír un susurro a mi derecha: "¡Quiero hacer pis!" Ya de vuelta, todavía queda un buen rato de animación y un episodio dramático que prefiero no mirar:
- "¿Por qué te quitas las gafas?"
- "No, no, es que… se me han caído…"

Por último, más risas, aplausos y el cierre con You´ve got a friend in me.

Luego, en la calle, mi teléfono no responde. Meto el pin, el puk, el pim-pam-pum, fuera. En la tienda soy testigo, sin tiempo para el duelo, de la muerte de una tarjeta que seguía siendo de color verde y que aún se llamaba Amena. Y es así como se han colado en alguna dimensión que no es posible ver con gafa alguna, los números que grabé cuando, como el dueño de Woody, empecé la universidad. Ciclo cerrado.

jueves, 22 de julio de 2010

Delirio a 185

No se calla la luciérnaga. No para de hablar. Es muy, muy pesada. Pesadísima. Un coñazo de bicho. Intento evadirle mirando por la ventana y veo 4 personas saludándome desde ahí fuera. Están levitando a 5 pisos de altura.
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Entonces, a mi lado, el insecto ha desaparecido por fín y veo en su lugar a Tintín totalmente sopa. Al rato, abre un ojo y me mira con cara de saber algo que prefiriría no haber oído nunca. No sé qué será. Quizás él tampoco. Pero por su mueca de fastidio y preocupación parece poseer una información que, sin él desearlo, le hace ser demasiado valioso para la mafia rusa. La pista me la da este tema de El Cascanueces que estalla en mis oídos a 185 decibelios sobrepasando, por mucho, el umbral del dolor humano.
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Todo esto me parece formar parte de la más absoluta normalidad. Hasta que, poco a poco, lentamente, sin prisa y sin ganas, voy despertando. Ato cabos y nada encaja. Nada tiene sentido, lógica ni explicación. ¿Se trata de una realidad llena de defectos inexplicables? ¿Otro sueño rallante de verano? Me pregunto si es posible volar sin alas, conversar con un animal diminuto y acostarse o, más bien, levantarse con un personaje de cómic.
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Paradojas, cataclismas, ectoplasmas. Hay días muy raros y noches que merecen la pena ser dormidas.

lunes, 19 de julio de 2010

Taquicardias justificadas

Le tiembla la mano y le vibra la voz. Mira al infitino cuando hablas con ella y, aunque asiente tirando de su barbilla para abajo, en realidad no se está enterando de nada de lo que le estás contando. Tiene meteduras de pata continuamente, me envía emails que no deberían haberme llegado nunca y se olvida que hoy tenía hora para sacarse la muela del juicio que tanto dolor le ha causado todo el fin de semana. Pero hoy, lunes, lo que no se le olvida es que venía el chico reponedor de café. Un portento treintañero que más que trayendo bolsas para rellenar la máquina de café tendría que estar anunciándolo.
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Y así, embobada, pellizcándome para demostrarme que lo que veían mis ojos no era imaginario, he conocido al causante de los extraños comportamientos de mi compañera de trabajo. Por eso me he propuesto que el consumo de dicho producto se incremente en la empresa, las existencias se agoten una vez por semana, y las taquicardias provocadas por la cantidad de tazas de café ingeridas queden justificadas por la visita de cada lunes.

jueves, 15 de julio de 2010

Rojo festivo

No pude resistir bajar a Moncloa el lunes a las 19h con la cámara al hombro. Las masas humanas suelen provocar situaciones muy golosas para el observador y no me lo quise perder.

Dimos con dos contadores de luz disponibles a los que subirnos, algo excepcional en un tramo de calle donde las mejores posiciones ya estaban ocupadas. Eso sí, el sol y el calorazo se repartieron por igual. "¿Puedo pedir agua a los del Samur?" "Da igual, ¡ya llega el bus!"

Una hora más tarde, la vista de pájaro nos permitió tomar, entre otras, estas imágenes.

La Roja con la copa

viernes, 9 de julio de 2010

Los tentáculos tenían razón

Como no podía ser de otra forma, celebrar el gol de la selección al limón alemán Neuer (ya ves como sometimes, ¡sí!) fue una excusa más para dar voces y servir cervezas frías con pincho de tortilla entre otras tapas el pasado miércoles día siete.

Bajar a Colón, a quince minutos andando, era casi obligación.

Por una vez el vendedor de cervezas no era chino. Era un hombre de unos 50 años del barrio de Prosperidad con su carrito vaciándose de latas de las grandes: “Así te ahorras un viaje”, me dice.

Clientes no le faltan. Llega un grupo justo detrás de mí: "Du yu jaf a bier?"
"¿Quééé? A mí háblame en castellano que yo soy español", responde el próspero.
A lo que los chavales, más madrileños que el cocido, gritan: "¡Yo soy español, español, español!"

Así el ambiente, seguimos bajando y ya en la plaza nos encontramos con: dos semáforos, un policía bigotudo, banderas de todos los tamaños, camisetas rojas, unas 307 personas (300 personas y siete alemanes con la blanca) y muchos coches con gente colgando por las ventanas.

Como habían precintado la fuente, había que buscar alternativas. La muchedumbre exaltada se dedicó a esperar a que el semáforo se pusiera verde para saltar, hacer un trenecito o agitar banderas en el centro del paso de peatones y cruzar a la acera contraria cuando iban a pasar los coches. Mientras, el poli intentaba controlar la situación conteniendo la risa provocada quizás por las cosquillas que le hace el bigote.

De vuelta a casa parecía que, por una vez, la aglomeración tenía ganas de que pasara rápido el fin de semana. Este domingo, todos a la Cibeles.
Y a ti, Paul, te esperamos en la fuente.

viernes, 2 de julio de 2010

Repetición y regustación

Un año más, y ya van 21, el Festival Couleur Café cuelga el cartel de SOLD OUT a pesar de que algunos sortudos se las apañen para conseguir entradas a última hora sin sacar un euro out de su monedero.



Las espirales rojas que decoran el escenario, las mismas que vi hace 365 días, fueron envolviéndonos a lo largo de la jornada del domingo e incluso acabaron vibrando con Wax Tailor. El francés me ha demostrado que los edificios también bailan y lo hizo en las proyecciones que un vídeo jockey fue lanzando en su directo. Pero para directos, el de la cantante de origen marroquí Hindi Zahra, su sofisticado funky-jazz y su escalofriante voz. Ella transformó la imagen que tengo de su país de procedencia y consiguió lo que estaba anunciado en el cartel: dejar en el Couleur Café una huella difícil de olvidar.
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Por último, compartir una serie de cuerpos vivarachos. Si bien mi último paseo por Madrid lo dediqué a las piernas que subían y bajaban la Gran Vía, esta degustación de músicas del mundo en un espacio bruxellois se centró en las espaldas y cabelleras de los asistentes cuyas caras estaban más pendientes del escenario que de mí. Su explicación tendrán.


Zipi y Zape (rapados)


¡Quiero ver!


Espaldas trabajando


Espaldas churruscadas


Los moños, lo más de lo más


El moño con maracas (¡y boli bic!) aún mejor


Las culebras rubias muerden...

jueves, 17 de junio de 2010

Gentes extraordinarias

A mi barrio le llamamos El Poblado. Y en los últimos años ha sufrido muchos cambios. Para empezar, el puesto verde ha desaparecido de su esquina. Los escaparates ya no tienen hilos y dedales, muebles asequibles o buñuelos de nata, sino carteles con concesión de créditos y ofertas Ven con nosotros si quieres viajar.

El grueso humano ha huido en estampida. Pasada la fase Erasmus, cuando los que no estábamos fuera aprovechábamos vuelos baratos para visitar al que sí estaba disfrutando de la beca apodada orgasmus, hemos entrado en una etapa en la que nos ha dado por experimentar la vida en otros países donde siempre aparece alguien que te dice que conoce un temazo y ("¡No! ¡Eso no es necesario!") también te lo baila: La Macarena.

Los que hemos vuelto hemos adquirido un papel centralizador importante. Aprendemos a convivir con nuevos personajes a quienes hay que dar una oportunidad o incluso dos. Por ejemplo, el perro del vecino me muerde la falda siempre que me ve. Las dos veces que me ha visto (el perro chotacabras), llevaba falda (yo falda, el perro chaleco escocés) y me ha mordido (el perro, claro, aunque si se repite, le he dicho al dueño que voy a morderle yo a él. Al dueño, claro). A este tipo de elementos hay que darles tiempo y, dado el caso, hacerles un hueco y saludarles por la calle.

Tratamos también de dar cálidas bienvenidas al que regresa y despedir al que decide probar suerte en el extranjero. El último caso ha optado por Francia y para abrazarle con un à bientôt! hubo cañas en la terraza del gallego. Estábamos congelados y hechos un ovillo pero aguantamos como campeones la mesa en la calle que tanto nos había costado conseguir. Pues desde ese día mantengo conversaciones con los muebles de mi casa porque se habló de que los pensamientos mueven el mundo y otras pamplinas como eso de que la tierra es redonda como un balón magullado.

Y esto del poder de la mente viene del japonés, doctor en Medicina Alternativa, Masaru Emoto. Su libro "Mensajes del agua" recoge el resultado de una investigación de distintos tipos de agua para llegar a conclusiones como que el agua tomada en fuentes y arroyos de montaña forma bellas estructuras cristalinas en contraste con los cristales deformados hallados en muestras de agua contaminada o estancada. Y va más allá. Cuando las muestras fueron expuestas a palabras, pensamientos o emociones negativas, el agua no sólo no formó cristales sino que en su lugar se crearon estructuras caóticas.
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Así que ahí estuvimos preguntándonos, al ocurrir con el agua, ¿No tendrá efectos también en las plantas, en un trozo de madera o en un plato de macarrones con tomate? Total, que estoy inmersa en un experimento secretísimo que consiste en hacer el vacío a un sofá naranja del cuarto de estar (muchos sabemos que la comodidad no le caracteriza) mientras con el otro, macabramente situado enfrente, me deshago en mimos y piropos, y finjo sentirme entre sus brazos mejor que en los de ningún otro.

Ya veremos cuál cruje antes. Por seguridad, no daré más detalles no vaya a ser que mis sujetos de investigación, además de captar sentimientos, hayan desarrollado la habilidad de conectarse a internet. Pero si se comprueba la teoría, se acabó pedir al perro el periódico y las zapatillas (¿alguna vez lo hizo?). De ello se ocupará la mesilla de noche. Siempre que reciba su riguroso beso de buenas noches antes de que apaguemos la luz.

viernes, 11 de junio de 2010

Con el Haka a ninguna parte

Mi cuerpo creía recuperar su libertad. Lo siento por él. Mira con cara de asco la chaqueta que cojo para ir a la calle y piensa, Esto se alarga. Vuelve a hacer frío. Las malas noticias que nos van llegando día tras día han afectado el curso natural de las estaciones. El verano es mentira, nada es de fiar y pocos están a buen recaudo. Los que tienen trabajo, porque hay contratos sujetos con alfileres sobre corcho a medio podrir. Los funcionarios, ¿creíais que las condiciones firmadas no iban a sufrir modificaciones? Los parados, porque ven que la entrada al mercado laboral está cerrada y su candado en proceso avanzado de oxidación. Y para darle más emoción al panorama, las sucesivas reformas legislativas han encontrado sección especial en los telediarios.
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En España se ha vivido demasiado bien y bajar ahora de esa comodidad de hago chás y consigo lo que me apetece, no es fácil. Como dice Andriu: "a la gente le gusta "rosmar" (en gallego, quejarse) sin dar soluciones".
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Por mi parte, la búsqueda de trabajo resulta entretenida, pero también desgasta, y algunas recomendaciones sobre cómo hacerlo rozan el absurdo: “El CV es mejor acompañarlo con foto”. “No, sin ella que estás demasiado sonriente. Pero incluye la fecha de nacimiento”. “No, sin nada. Y quita las aficiones, eso no interesa”. "No escribas el nombre demasiado grande ya que indica egocentrismo. Ni muy pequeño porque demuestra poca confianza en ti mismo". Los que te rodean también tienen algo que decir con respecto a la entrevista. “No te cruces de brazos ni para rascarte el codo". “Las manos sobre la mesa o en los muslos. ¡En los tuyos!”. “Y mira a los ojos pero no demasiado fijo que pueden pensar que estás zumbado de la cabeza”. “Sé amable”. En general, comentarios que pintan al entrevistador como a un jugador del All Blacks a punto de iniciar el Haka, su atemorizante danza maorí.

Así, mientras una hace el caso justo a los consejos, se mueve y remueve, sigue aguantando chaparrones de todo tipo. El más literal (y literario) nos cayó en la Feria del Libro de El Retiro y vino acompañado del comentario de un dependiente: “Días como este hacen mucho daño a la venta”. Arrinconado, se veía su ventilador sin enchufar.
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Y una sigue respetando de forma sagrada sus fines de semana. El pasado nos regaló la posibilidad de ver a tan solo quince metros una familia de buitres leonados (en latín, Gyps Fulvus; en gallego, no sé) anidados junto al río Duratón. Pudimos también ver una Mantis Religiosa que desató una polémica: ¿son venenosas o no? No lo son ¿Se zampan la cabeza del macho después del apareamiento? Esto se ha observado únicamente en cautividad y no en la naturaleza.


Mantis Religiosa segoviana. Foto de P.H.R.

Este finde empieza ahora mismo. La mente se relaja y el cuerpo se imagina con flecos, perlas y una flor negra. Suena el contrabajo, la flauta, la batería y el clarinete, el charlestón futurista de Caravan Palace y su motivante swing.
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(Escribo el último párrafo como si la música y el baile fueran la cura de todo... Al menos del frío, sí).

sábado, 5 de junio de 2010

Perversión freudiana



Así ha terminado mi sueño de hoy. Escribiendo en un post-it rosa Aquí y ahora.
Desde que me hablaron de la interpretación de los sueños no concilio el despertar.

martes, 1 de junio de 2010

Confianza ciega

Cambié un concierto de Aaron Thomas por ir al rocódromo. Fue un domingo y fue una revelación.

Nunca hasta ahora había visto tan claro ejemplo de fuerza de voluntad en un deporte (en mí) hasta que he probado la escalada. Para ello he tenido que aprender a confiar en el potencial de los músculos, en el balance de pesos y en la gravedad, que no se ve pero intuíamos que andaba ahí.

Mi monitora fue describiendo lo que me iba a encontrar:
  • Las presas son esos asideros que hay en la pared con diferentes formas: croissant, garbanzo, cuerno, plátano, etc. Sirven para que manos y pies se agarren a ellos. Una vez arriba, las presas son todo.
  • Motorista. Dícese del tembleque que se apodera de la pierna de alguien cuando flaquean sus fuerzas.
  • Bailarinas. Un modelo de pies de gato, de zapatillas, que te comprimen el pie a lo geisha. Con la goma de su suela, por lo visto, se asciende casi sin esfuerzo.
  • Magnesio. Polvos mágicos adherentes que llevan en un saco atado a la cintura y esparcen por las paredes para subir como si tuvieran ventosas en la piel. (¿Dedos ventósicos?)

Entre tanto íbamos ejecutando distintos ejercicios, pruebas o juegos. Me invento los nombres:
El twister. Elegir un color de presas y solo ir a por esas. A mí me tocó el azul. Y en un momento determinado oigo: ¡Tramposa, ese es verde! Y me escudo: Ese era azul verdoso, profe...
El memory. Una persona va marcando un recorrido y la otra lo repite. Cada vez es más complejo. Mente y cuerpo trabajan a la par.
El capullinski. Seguir un recorrido bajito. De la línea para abajo. Pies y manos están tan juntos que hay que ingeniárselas para encontrar el equilibrio cuando, incluso, tienen que compartir un mismo cuerno o garbancito.
Y la más emocionante de todas: el ciego. Con los ojos cerrados y a tientas te desplazas de un lado a otro. Por increíble que parezca uno confía mucho más en sí mismo que con los ojos abiertos. Además, la extremidades responden y obedecen mil veces mejor.

Deseando coger más práctica en terreno artificial (con colchón semipodrido debajo) y con ganas de salir a la montaña, voy a seguir alimentando mi lista de hobbits. Baja Frodo que sube la escalada.

lunes, 31 de mayo de 2010

Berto Mates

Érase que se era un espantapájaros que fue llamado Berto Mates. Un día de mucho trabajo, en el que la huerta había sido atacada por una bandada de cigüeñas, se encontró con Elena Nito del Bosque.
Estuvieron varias horas de charleta comentando la cantidad de orugas (tan atractivas para otros animales) que había en el campo ese año. Ella, tumbada en la hierba, exclamó: Mates, si es que estás muy guapo. Y prometió inmortalizarle cuando se le subiera, de nuevo, la abubilla al sombrero.
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Pero tuvo que marcharse sin que el ave se dignase a aparecer.
Así que por ahora, añadió, te regalo esta flor.
Cuando pierda todos los pétalos ya estaré de vuelta para darte otra.
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Final alternativo (o fugitivo de falsas esperanzas):
Cuando pierda todos los pétalos podrás conservar para siempre, para tooooooooooda la eternidad, el botón amarillo.

martes, 25 de mayo de 2010

Cinco, cuatro, tres, dos, uno... ¡IMPRO!

Hace dos noches, al salir de ver un match de improvisación me pregunté: “Pero, el día a día ¿no es una continua improvisación?” Y me contesté: “Pues, no del todo, no exactamente o no todo lo que quisiera, porque en esta vida se han repartido ya muchos roles”. Increíble e innovadora reflexión. Ejem, ejem.

Vamos a ver. Cuando entro en un vagón de metro, suelo comportarme siempre del mismo modo. Generalmente, busco un hueco libre para sentarme o un lugar con una barra cerca para poder agarrarme en caso de tener que quedarme de pie. Si he tenido suerte encontrando un asiento, tal vez deje de tenerla cuando, como el otro día, llega una persona con mucho pelo blanco. Deduciré por ello que es mayor y que debo cederla el sitio. Suelo pensar de ese modo porque, aunque nunca recibí Educación para la Ciudadanía y aunque en la ventana de sitios reservados solo aparecen el monigote de embarazada, el de un hombre con bastón, el del brazo escayolado y el de la mamá llevando un bebé, y no una persona de piel arrugada cual garbanzo, a mí me han enseñado que, aunque yo esté agotada, por mucho que haya caminado ese día y a pesar de las heridas que me hayan hecho las sandalias nuevas, tengo que ser amable con los ancianos. Y tengo que agenciármelas para reunir elementos que me den pistas de la edad que puede tener el ciudadano que acaba de llegar.
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Decido levantarme y cederle mi lugar. El hombre se enfada e increpa: "¿Me estás llamado viejo? Pues estoy muy fuerte." Por lo que me vuelvo a sentar y le digo en un tono tan relajado que molesta: "Ya, pero tiene más canas que yo".

La conversación pudo acabar en una discusión. Odio discutir. O en un diálogo cero interesante, lleno de bostezos por mi parte y de gritos por parte del hombre prehistórico. Pero la historia se cortó justo ahí porque llegué a mi parada. (O ella llegó a mí. O el conductor del tren me llegó a ella. ¡Basta!)
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En cualquier caso, el señor (robusto como un roble nevado) y yo, no dejamos de ser dos simples viajeros utilizando el transporte público. Y punto.
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El mundo de la improvisación teatral es algo distinto. Distinto al teatro, en el que se da vida a un solo personaje durante toda la obra, y diferente de la realidad cotidiana en la que también tenemos unos papeles asignados para comportarse como se espera que hagas en la esfera social, y así todo vaya sobre ruedas. Suavecito, sin asperezas.

En la impro el actor puede convertirse en quien él desee sin (apenas) guión previo. Puede pasar de ser un simio anestesiado a hacer las veces de payaso cirujano en un musical. Puede meterse en el pellejo de un boyscout que busca gamusinos y, dando tres pasos laterales, bordar la interpretación de un mapache infeliz. Eso sí, cada sketch sigue siempre una lógica ya que cuenta con un árbitro/presentador, unas reglas que le dan sentido al juego/espectáculo y, otra pieza fundamental, el público/jurado que, muerto de risa y con ansias de más, se encarga de dar paso a los actores cada vez que entona el Cinco, cuatro, tres, dos, uno… ¡IMPRO!
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15 de mayo en 25

¿Cuántas personas caben a lo largo de un kilómetro y medio de Gran Vía de Madrid? Pues el sábado 15 de mayo, día del patrón chulapo, estaban todas. Puntualizo: estábamos.
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La marea humana se dedicó a caminar río arriba y descansar en la inmensa alfombra tan azul como el cielo.
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Yo me obsesioné con hacer fotos de cintura para abajo. Entre otras situaciones, esto es lo que encontré:
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Goyescas coquetas

Manolos y majas reposando caminata

Sí, quieros

Curiosas parejas

Estrenos de tacón

Personas perrificadas

lunes, 10 de mayo de 2010

Raya de noche continua

La nueva fiebre universitaria se llama lipdub. Así lo observamos en nuestra tarde de terapia musicopictórica que enlazamos con una llamada: “¡Hola! Tú no eres Javi. ¿¿Qué has hecho con él??” y una respuesta: “No sé. Alguien se dejó anoche este teléfono en mi casa.”


Encontrado por fin el payo cerdeño* amante de las rotondas, vamos a dar saltos Loquillos. El micrófono se niega a interpretar al Chivi. Otra vez será.


Me cae ceniza en el hombro. Un cigarro, supongo que será. Miro para arriba y recuerdo lo que han dicho en la radio: repite visita la nube del volcán impronunciable. Ey... Eyjaffff.... Eyjafjalla. Eso.


Regresamos al barrio con el maletero a rebosar por mudanza de armario, las alfombrillas arrugadas como acordeones, el limpiaparabrisas a su máxima potencia, la clásica duda (¿los cristales se desempañan con frío o con caliente?), una mención al bloggero, y un debate sin mucha miga que no necesita confirmación: Moncloa está en el kilómetro 3.


La lluvia me ha quitado la raya continua que me pinté en el ojo, la ha estirado y la ha pegado a lo largo de la calzada. Se la regalo. Total, le queda mejor que a mí.



*Se dice sardo.

jueves, 6 de mayo de 2010

Cuenticando


"No es airvión. Se dice avión. [...] Los niños tienen la ventaja de estrenar el mundo, iniciando otro matrimonio entre las cosas y los nombres" dice Mia Couto en Cronicando. Y yo tuve la ventaja de conocer a este escritor mozambiqueño antes que su obra. Después de asistir hace un mes a un coloquio que él moderaba, y tras haberse ganado toda mi simpatía (mucha) con cuatro frases y una intervención, ahora puedo poner voz a sus ingeniosas greguerías portuguesas.

lunes, 3 de mayo de 2010

Mejor que una montaña rusa

El evento murciano era un completo desconocido para mí hasta que hace un mes recibí un email que llevaba como título lo que yo creí ser un grito de auxilio: S.O.S. Quería decir, SOS4.8.

Gracias a él, he comprobado que, ya sea en pleno mes de agosto o a últimos de abril, los festivales y yo cuando nos juntamos, somos un combinado de nubarrones negros y pista embarrada. Y va a peor porque aquí además de llover, granizó durante unas horas. No sé qué sería de los acampados, pero sálvase quien quiera con el resumen que empieza a continuación porque no hay por dónde coger esta mezcla aturullada de impresiones. Un consejo: hacer como la chica de la foto. Servirse un refrigerio y dejarse llevar.


Viernes de apertura
Una característica llamativa al pasar el arco de entrada es la moda particular inspirada en un álbum de fotos del año 1991. Unas converse, camisa de leñador, mini pantalones vaqueros, labios rojos y gafas de pasta de sol en todo momento (Muchacha, quítatelas ya, que son las once y no vas a ver ná). Otro punto a destacar fue la apuesta por energías renovables y cuidado de medio ambiente, y el arte sostenible y bizarro como aquellos cartones con mensajes (Llámame, Pendejo,) diseñados por el señor Roger Bernat. Nos llevamos un par bajo el brazo para ver y animar el primer concierto de esta edición, ya atardeciendo, de una banda de Totana, los Inkyes. Nada que no me hubieran co(a)ntado antes, pero pasaban bastante bien y fueron una buena introducción al fin de semana.

Cambiamos de escenario para disfrutar, por primera vez en directo, de uno de mis reclamos cuando I´m becoming paranoid: The Sunday Drivers quienes me trasladan muy contenta al siguiente grupo más esperado.
- "Es Buenísimo".
- "Sí, pero no puedo saltar más. ¡Qué lo detengan!"
- "Lucky, lucky, we are so lucky!"
- "Yes, yes, but ¡Que pare ya!"
El culpable es Franz Ferdinand. El más alto en el ranking. Enorme concierto. Y no esperaba menos.

Con Una Ópera Egipcia del grupo planetario tuve la sensación de haber visto ya a todos los gordos. Entrada la noche, Pacamóvil 1 y Pacamóvil 2 se desplazan una hora de carretera hasta La Zenia donde nos ofrecen techo y suelo. ¡Ah! y colchón de verdad para las chicas, no de los hinchables, de los que Cami deshincha y dice a su amigo en francés “Quel con!”, y el supuesto con lo vuelve a hinchar y Cami se lo deshincha por segunda vez quitándole el tapón, y así una y otra vez, y los demás con nuestro tacetone con galletas pensando que qué tarde es y qué sueño, pero qué risa y qué dolor de tripa.

El sábado bajamos con tiempazo a la playa donde hay intentos de volar una cometa con un ala chata ("¡Tensa más la cuerda!") mientras miramos de reojo el partidazo de volley de los inglesitos de al lado. Comenzamos la reedición de la Guía Michelín 2010 a pesar de mis protestas: "Mis michelines ni hablan ni tienen vida propia". Tratamos de alcanzar nadando la boya que algún truhán va alejando a medida que nos acercamos. Comemos una paella insuperable (discrepo de la cabecera de la mesa: la paella no siempre está rica) y bebemos sangría (la sangría casi siempre sí).


Segunda sesión
Digestión, ducha (con agua caliente si eres de los primeros) y al volante. Vuelta a los conciertos donde politólogas megafans convencen a sicólogas para llegar a tercera fila y ver al grupo catalán Dorian, cuyo vocalista, un tipo muy grimoso, nos retiene hasta el final:

-"¿Por qué os sabéis las canciones si no lo habéis escuchado nunca? "
-"Poooooorqueeeeeeeee eeeeeeeeeeeeeeesssssssssss muuuuuuuyyyyyyyyyyyyyyy preeeeeeeeviiiiiiiisiiiiiiiiiibleeeeeeeee."

Diálogos para iniciar una conversación que puede desembocar en... cualquier cosa. Por ejemplo, en las manos de la gente con carita feliz los minis de cerveza (Estrella Levante) saltan por los aires, te riegan entera empezando por la espalda, y:
- "¡Qué fríío!"
- "No te preocupes, morena, eso es buenísimo para la piel".


O:
- "¡Qué paxa Pachi!"
- "Yo no soy Pachi… ¡pero da lo mismo! Venid con nosotros esta noche que hay un dj en el quinto piso de tal y cual el lugar es lo de menos".

Para terminar
Mi aproximación al escenario rojo de The Magic Numbers abriéndome paso entre cámaras con objetivos tan macros que adivinan el pensamiento de los músicos. El trenecito al ritmo de Madness y su A house in the middle of the street (¡nos van a regalar una lavadora!) y discusiones sobre si entrar o salir del closet, ¿no será del wardrobe? mezclando inglés con español que es más cool y de eso se trata.



Queda pendiente
Las únicas pegas, que no lo son tanto, fueron no escuchar al gordo niño delgado pequeño viejuno más conocido como Fat Boy Slim y no comprar los deliciosos hojaldres Miguelitos que vimos en el camino de ida porque en el de vuelta a Madrid por la A3 ya se los habían llevado los listos que iban delante circulando mucho más rápido que lo permitido por las señales de tráfico, que no digo que sea ir tan deprisa, porque a veces la autopista está en buenas condiciones y uno se siente seguro, pero aun así peor para vosotros, que os pillen los rádares, os multen y os dejen el carnet limpio de puntos que yo me quedaré sin los pastelitos pero vosotros os quedáis sin la Guía Michelín(es) del próximo año. BeSOS y adiós.