viernes, 30 de enero de 2009

Pizarra nueva

He llegado hoy a trabajar y he visto que alguien por fin habia estrenado la pizarra del equipo de produccion. Y lo ha hecho con nuestros retratos: Bo, Hawa y yo.

miércoles, 28 de enero de 2009

En Honk Kong

Hoy me han metido una bola que me he tragado sin masticar.
La persona, conectada al skype, me ha contado que estaba en Honk Kong y que le habían dado un curro de informático por 6 meses. Que todo era rarísimo, que llevaba dos días allí y que le habían recibido en el aeropuerto con un collar de flores unos de la empresa: "Ha sido flipante", me ha asegurado. Y yo me lo he creído. Y me lo he imaginado. Y he creado un escenario muy chino en el que me he recreado.
Luego, la persona en cuestión ha cogido la web cam para enseñarme su nueva habitación con cama bajita y estanterías rojas y me he encontrado con que era su cuarto de siempre en su casa de siempre en Madrid. Que no había cogido ningún avión recientemente. Que estaba paro. Y que estaba buscando trabajo. Buscando, esperando, buscando...
Todo llega, mon ami.

domingo, 25 de enero de 2009

viernes, 23 de enero de 2009

Horas, minutos y segundos

Ayer fue un dia eterno y mortal. Pude contar uno a uno los segundos. Mire mucho el reloj. Las 3 de la tarde parecian por lo menos las 7 de la noche.
Hoy no. Hoy ni siquiera he mirado el reloj. Me han tenido que avisar: es hora de irte. Yujuu!

El tiempo es mentira.

jueves, 22 de enero de 2009

Un grafitero en el Murmure


Desde la ventana del Murmure, blanche en mano, vimos un grafitero, sprait en mano.

martes, 20 de enero de 2009

Cancelo la cita y que le den!

A falta de 16 minutos para que arranque el bus, me siento para no variar la forma que ha cogido mi cuerpo después de todo el día en la silla. Y me pongo a leer para no cambiar la costumbre de mis ojos tras 8 horas de pantalla de ordenador.
Tengo muchas cosas en la cabeza. Paso páginas sin enterarme de nada. En ese momento aparece alguien que me hace ver que no es el momento de meterme en una novela sino de vivir el relato siguiente.


Entrando por la puerta delantera, un personaje con unos zapatos muy grandes le pregunta al conductor.

  • Oiga, sabe usted dónde está la calle de Edith Cavel?
  • Pues... no. Lo siento.
  • Ya, es que me han dicho que estaba por aquí.
  • La verdad es que me suena, debe ser la zona, sí. Pero no sé decirle más.
  • Es que tiene que estar cerca... Pero entonces, a ver, hacia que lado voy? Izquierda quizás???
  • Le digo que no lo sé, caballero.
  • Es que tengo que ir al dentista!

*El volumen va subiendo.

  • Tengo que ir al dentista y llego tarde!!!!!
  • Ya, ya... Yo si me permite, voy a cerrar la puerta que en breve tengo que poner el coche en marcha.
  • He llamado hace un mes y esta muy feo llegar tarde. Muy feo. Pues sabe qué? Que no puedo ir. No. Ayyyyyyy, el dentista, Edith Cavel!!!!!!! PUES NO VOY A IR!!! CANCELO LA CITA Y QUE LE DEN!

Se baja del autobús y el conductor arranca.

sábado, 17 de enero de 2009

Replay

El viernes.
Si hay que salir, se sale.
Si hay que volver a casa con la ropa, el pelo y las entrañas oliendo a tabaco, se deja en la calle ventilándose.
Si llueve, se empapa todo.
El sábado.
Si hay que salir, se sale.
Y no se entra.

jueves, 15 de enero de 2009

El menú del día

Como entrante ligero, llega el informático que es un tipo serio, callado y que se desplaza por la oficina silencioso, y me dice que va a necesitar tres billetes de tren para ir con el archivista y el jefe de planning... a Disneylandia. No es verdad, le digo. Venga, ¿para dónde son los billetes? Y él: Que sí, que sí. Muchos minutos así estudiándole los gestos: ¿miente? ¿No? Le he dicho si quería que los vagones que reservara estuvieran ambientados con la bruja dando escobazos y que si quería que el tren llegara haciendo loopings.
Como plato, pues nada. Comprando un libro (la única tienda de todo el condado que abre hasta las ocho todos los días del año es una librería) me he dado cuenta de que es muy buena táctica eso de meterlos en las estanterías cilíndricas giratorias (donde suelen poner las postales). ¿Cuántas vueltas he dado a la columna antes de caer en la cuenta de que ya he pasado por delante de los mismos libros (o postales) y que sigo sin cedicirme cuál quiero?
De postre, los años. Hoy una persona decía que tenía 23 años chinos y 33 griegos, teniendo en cuenta el tiempo que había vivido en cada país. Según eso, según mi edad belga, aún soy una niña muy pequeña. Para lo bueno y para lo malo. Por ahora solo soplo una vela y dentro de no mucho me veré soplando más: ¿quien sabe dónde?

lunes, 12 de enero de 2009

Massacre de drapeaux


Manifestación del domingo 11 del 1.

sábado, 10 de enero de 2009

Temazos

Conversación de bar
Yo: Pues… está bien este sitio. Con la música así variada y tal. Muchos temazos.
El: Sí, está chulo… Entonces, ¿tú qué haces en esta ciudad? ¿Cuándo has venido? ¿Hasta cuándo te quedas?


Ya estoy de vuelta. Me he encontrado una ciudad helada. Parecemos esas bolsas de congelados rígidas llenas de pliegues: encogemos y arrugamos la cara para ver si así la piel más junta se da calor.
Hemos tenido que aprender a andar sobre el hielo y la nieve. Anoche un amigo intentaba salvarnos de los resbalones preocupado porque ya había visto alguna persona en el suelo. Por cierto, esto de encontrarme gente caída me tiene algo obsesionada desde que estas navidades me dieron un cursillo informal sobre asistencia de paradas cardiorrespiratorias y las últimas palabras del doctor fueron: las semanas después de dar este tipo de cursillos siempre algún alumno tiene que asistir a una persona. Suerte!
Prefiero que no me toque a mí pero en el fondo entiendo que para que te den el diploma, la teoría se complemente con la práctica. Una práctica que llega de forma inesperada.
Conversación de bar
Yo: ¿Hasta cuándo me quedo? Ni idea.
El: Se está a gusto aquí.
Yo: Sí... ¿Bailas?
El: Claro!
Yo: Vale, pero si nos cansamos mucho, descansamos, respiramos bien y asi no hay incidentes y nuestro corazón está contento.... (Creo que no supo interpretar lo que yo quise comunicar).

domingo, 4 de enero de 2009

No me pidas ser tu paje

Primeros pasos

Al principio es muy entretenido. Solo al principio. La emoción de ser cómplice de Sus Majestades desaparece cuanto todo el peso cae sobre uno mismo. Así que no me pidas ser tu paje (lo que viene a ser un becario) y haz tú todo el trabajo de Rey Mago (un funcionario). Además, la responsabilidad de este currillo de temporada incluye la capacidad de absoluta discreción, algo que yo no he sabido demostrar (todo lo contrario).

Mi primera tarea de paje fue asistir en la compra y ocultación del regalo de Melchor a mi madre. Le acompañé a por él: buscamos, comparamos sin comprar, seguimos buscando, pensamos, decidimos, elegimos, negociamos, compramos habiendo comparado y respiramos safisfechos. Me comprometí a llevarlo a Segovia y, una vez allí, a esconderlo bien hasta el día 6 de enero por la mañana.

Ya en Segovia, no sé por qué, de repente se me olvidó mi papel de paje y representé el de idiota. Se me metió en la cabeza que tenía que darle algo a mi señora madre. Y esta confusión tiene una explicación ya que siempre nos traemos de Madrid bolsas con cosas olvidadas. En este caso: Hija, tráeme mis zapatos del lazo, mi camisa negra sin mangas con fruncido en el escote y la salsa de la carne que está en un bote de mayonesa en la nevera detrás de los yougures. Cierra bien el bote. Es fácil equivocarse y coger la camisa del lazo color mayonesa y los yogures con bordaditos.

Así que, sin querer, me fui directa a por el regalo (que estaba sin envolver ni nada) con alguna gota de salsa... Toma, la bolsa que me pedist… No es la bolsa que me pidió sino el regalo sorpresa que ya no lo será. El paje grita: ¡No has visto nada!

Esto no constituye ningún problema. Los padres están acostumbrados a hacer teatro frente a los hijos, a fingir y a poner cara de sorpresa y satisfacción aunque sea forzada. Como por ejemplo cuando ven la máscara de porcelana de Venecia que hemos hecho por el día del padre pintada de rojo con extrañas formas romboides marrones. O cuando oyen los primeros intentos en flauta de El Himno de la Alegría. O prueban los macarrones con ketchup y berberechos. Aquí me viene a la mente una imagen. La del hijo con enorme sonrisa diciendo ¿¿quieres repetir?? e imitando ese gesto de echar dos cucharadas extra en el plato aunque la persona haya dicho así vale... no quiero más... está bien...

Volviendo al principio, mi madre no ha visto nada hasta el 6 de enero, día en que tenga que poner una vez más esa expresión facial que aunque tanto tiene ensayada, le saldrá totalmente natural.

Segunda metedura de pata y baja por incapacidad
El paje (o como soy yo… ¿se diría la paja?) baja a un centro comercial donde hay muchísima gente y, algo asqueado, se pone a esperar en la enorme fila para hacer su pedido. Se quita de ella porque no quiere sentarse en las rodillas de un falso Baltasar coloreado con un corcho quemado, sino simplemente, comprar e irse.

El paje/a llega a casa y se lo entrega al rey Gaspar pero sin hacer reverencia ya que la reverencia sería a la inversa por el servicio prestado desinteresadamente. El paje desconoce el futuro dueño del obsequio. Es la novia del Rey barbarroja y está ahí delante. El paje comenta las maravillas de lo que tiene entre sus manos haciendo referencia a la pasta que ha costado. De repente empieza a relacionar cosas: las características del producto, los gustos y aficiones de la novia y el dedo índice de Gaspar diciendo te corto el cuello. Todo eso hace que el paje/a retroceda cabizbajo, se vaya a su habitación corriendo y queme el título que le dieron creyendo que podría aguantar la tensión de guardar tantísimos secretos en tan poco tiempo.

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Moraleja (u obligación)

No me pidas ser tu paje nunca jamás y valora el elemento sorpresa que tienen los regalos en estas fechas. Conseguir ese efecto es dificilísimo.