lunes, 31 de mayo de 2010

Berto Mates

Érase que se era un espantapájaros que fue llamado Berto Mates. Un día de mucho trabajo, en el que la huerta había sido atacada por una bandada de cigüeñas, se encontró con Elena Nito del Bosque.
Estuvieron varias horas de charleta comentando la cantidad de orugas (tan atractivas para otros animales) que había en el campo ese año. Ella, tumbada en la hierba, exclamó: Mates, si es que estás muy guapo. Y prometió inmortalizarle cuando se le subiera, de nuevo, la abubilla al sombrero.
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Pero tuvo que marcharse sin que el ave se dignase a aparecer.
Así que por ahora, añadió, te regalo esta flor.
Cuando pierda todos los pétalos ya estaré de vuelta para darte otra.
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Final alternativo (o fugitivo de falsas esperanzas):
Cuando pierda todos los pétalos podrás conservar para siempre, para tooooooooooda la eternidad, el botón amarillo.

martes, 25 de mayo de 2010

Cinco, cuatro, tres, dos, uno... ¡IMPRO!

Hace dos noches, al salir de ver un match de improvisación me pregunté: “Pero, el día a día ¿no es una continua improvisación?” Y me contesté: “Pues, no del todo, no exactamente o no todo lo que quisiera, porque en esta vida se han repartido ya muchos roles”. Increíble e innovadora reflexión. Ejem, ejem.

Vamos a ver. Cuando entro en un vagón de metro, suelo comportarme siempre del mismo modo. Generalmente, busco un hueco libre para sentarme o un lugar con una barra cerca para poder agarrarme en caso de tener que quedarme de pie. Si he tenido suerte encontrando un asiento, tal vez deje de tenerla cuando, como el otro día, llega una persona con mucho pelo blanco. Deduciré por ello que es mayor y que debo cederla el sitio. Suelo pensar de ese modo porque, aunque nunca recibí Educación para la Ciudadanía y aunque en la ventana de sitios reservados solo aparecen el monigote de embarazada, el de un hombre con bastón, el del brazo escayolado y el de la mamá llevando un bebé, y no una persona de piel arrugada cual garbanzo, a mí me han enseñado que, aunque yo esté agotada, por mucho que haya caminado ese día y a pesar de las heridas que me hayan hecho las sandalias nuevas, tengo que ser amable con los ancianos. Y tengo que agenciármelas para reunir elementos que me den pistas de la edad que puede tener el ciudadano que acaba de llegar.
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Decido levantarme y cederle mi lugar. El hombre se enfada e increpa: "¿Me estás llamado viejo? Pues estoy muy fuerte." Por lo que me vuelvo a sentar y le digo en un tono tan relajado que molesta: "Ya, pero tiene más canas que yo".

La conversación pudo acabar en una discusión. Odio discutir. O en un diálogo cero interesante, lleno de bostezos por mi parte y de gritos por parte del hombre prehistórico. Pero la historia se cortó justo ahí porque llegué a mi parada. (O ella llegó a mí. O el conductor del tren me llegó a ella. ¡Basta!)
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En cualquier caso, el señor (robusto como un roble nevado) y yo, no dejamos de ser dos simples viajeros utilizando el transporte público. Y punto.
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El mundo de la improvisación teatral es algo distinto. Distinto al teatro, en el que se da vida a un solo personaje durante toda la obra, y diferente de la realidad cotidiana en la que también tenemos unos papeles asignados para comportarse como se espera que hagas en la esfera social, y así todo vaya sobre ruedas. Suavecito, sin asperezas.

En la impro el actor puede convertirse en quien él desee sin (apenas) guión previo. Puede pasar de ser un simio anestesiado a hacer las veces de payaso cirujano en un musical. Puede meterse en el pellejo de un boyscout que busca gamusinos y, dando tres pasos laterales, bordar la interpretación de un mapache infeliz. Eso sí, cada sketch sigue siempre una lógica ya que cuenta con un árbitro/presentador, unas reglas que le dan sentido al juego/espectáculo y, otra pieza fundamental, el público/jurado que, muerto de risa y con ansias de más, se encarga de dar paso a los actores cada vez que entona el Cinco, cuatro, tres, dos, uno… ¡IMPRO!
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15 de mayo en 25

¿Cuántas personas caben a lo largo de un kilómetro y medio de Gran Vía de Madrid? Pues el sábado 15 de mayo, día del patrón chulapo, estaban todas. Puntualizo: estábamos.
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La marea humana se dedicó a caminar río arriba y descansar en la inmensa alfombra tan azul como el cielo.
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Yo me obsesioné con hacer fotos de cintura para abajo. Entre otras situaciones, esto es lo que encontré:
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Goyescas coquetas

Manolos y majas reposando caminata

Sí, quieros

Curiosas parejas

Estrenos de tacón

Personas perrificadas

lunes, 10 de mayo de 2010

Raya de noche continua

La nueva fiebre universitaria se llama lipdub. Así lo observamos en nuestra tarde de terapia musicopictórica que enlazamos con una llamada: “¡Hola! Tú no eres Javi. ¿¿Qué has hecho con él??” y una respuesta: “No sé. Alguien se dejó anoche este teléfono en mi casa.”


Encontrado por fin el payo cerdeño* amante de las rotondas, vamos a dar saltos Loquillos. El micrófono se niega a interpretar al Chivi. Otra vez será.


Me cae ceniza en el hombro. Un cigarro, supongo que será. Miro para arriba y recuerdo lo que han dicho en la radio: repite visita la nube del volcán impronunciable. Ey... Eyjaffff.... Eyjafjalla. Eso.


Regresamos al barrio con el maletero a rebosar por mudanza de armario, las alfombrillas arrugadas como acordeones, el limpiaparabrisas a su máxima potencia, la clásica duda (¿los cristales se desempañan con frío o con caliente?), una mención al bloggero, y un debate sin mucha miga que no necesita confirmación: Moncloa está en el kilómetro 3.


La lluvia me ha quitado la raya continua que me pinté en el ojo, la ha estirado y la ha pegado a lo largo de la calzada. Se la regalo. Total, le queda mejor que a mí.



*Se dice sardo.

jueves, 6 de mayo de 2010

Cuenticando


"No es airvión. Se dice avión. [...] Los niños tienen la ventaja de estrenar el mundo, iniciando otro matrimonio entre las cosas y los nombres" dice Mia Couto en Cronicando. Y yo tuve la ventaja de conocer a este escritor mozambiqueño antes que su obra. Después de asistir hace un mes a un coloquio que él moderaba, y tras haberse ganado toda mi simpatía (mucha) con cuatro frases y una intervención, ahora puedo poner voz a sus ingeniosas greguerías portuguesas.

lunes, 3 de mayo de 2010

Mejor que una montaña rusa

El evento murciano era un completo desconocido para mí hasta que hace un mes recibí un email que llevaba como título lo que yo creí ser un grito de auxilio: S.O.S. Quería decir, SOS4.8.

Gracias a él, he comprobado que, ya sea en pleno mes de agosto o a últimos de abril, los festivales y yo cuando nos juntamos, somos un combinado de nubarrones negros y pista embarrada. Y va a peor porque aquí además de llover, granizó durante unas horas. No sé qué sería de los acampados, pero sálvase quien quiera con el resumen que empieza a continuación porque no hay por dónde coger esta mezcla aturullada de impresiones. Un consejo: hacer como la chica de la foto. Servirse un refrigerio y dejarse llevar.


Viernes de apertura
Una característica llamativa al pasar el arco de entrada es la moda particular inspirada en un álbum de fotos del año 1991. Unas converse, camisa de leñador, mini pantalones vaqueros, labios rojos y gafas de pasta de sol en todo momento (Muchacha, quítatelas ya, que son las once y no vas a ver ná). Otro punto a destacar fue la apuesta por energías renovables y cuidado de medio ambiente, y el arte sostenible y bizarro como aquellos cartones con mensajes (Llámame, Pendejo,) diseñados por el señor Roger Bernat. Nos llevamos un par bajo el brazo para ver y animar el primer concierto de esta edición, ya atardeciendo, de una banda de Totana, los Inkyes. Nada que no me hubieran co(a)ntado antes, pero pasaban bastante bien y fueron una buena introducción al fin de semana.

Cambiamos de escenario para disfrutar, por primera vez en directo, de uno de mis reclamos cuando I´m becoming paranoid: The Sunday Drivers quienes me trasladan muy contenta al siguiente grupo más esperado.
- "Es Buenísimo".
- "Sí, pero no puedo saltar más. ¡Qué lo detengan!"
- "Lucky, lucky, we are so lucky!"
- "Yes, yes, but ¡Que pare ya!"
El culpable es Franz Ferdinand. El más alto en el ranking. Enorme concierto. Y no esperaba menos.

Con Una Ópera Egipcia del grupo planetario tuve la sensación de haber visto ya a todos los gordos. Entrada la noche, Pacamóvil 1 y Pacamóvil 2 se desplazan una hora de carretera hasta La Zenia donde nos ofrecen techo y suelo. ¡Ah! y colchón de verdad para las chicas, no de los hinchables, de los que Cami deshincha y dice a su amigo en francés “Quel con!”, y el supuesto con lo vuelve a hinchar y Cami se lo deshincha por segunda vez quitándole el tapón, y así una y otra vez, y los demás con nuestro tacetone con galletas pensando que qué tarde es y qué sueño, pero qué risa y qué dolor de tripa.

El sábado bajamos con tiempazo a la playa donde hay intentos de volar una cometa con un ala chata ("¡Tensa más la cuerda!") mientras miramos de reojo el partidazo de volley de los inglesitos de al lado. Comenzamos la reedición de la Guía Michelín 2010 a pesar de mis protestas: "Mis michelines ni hablan ni tienen vida propia". Tratamos de alcanzar nadando la boya que algún truhán va alejando a medida que nos acercamos. Comemos una paella insuperable (discrepo de la cabecera de la mesa: la paella no siempre está rica) y bebemos sangría (la sangría casi siempre sí).


Segunda sesión
Digestión, ducha (con agua caliente si eres de los primeros) y al volante. Vuelta a los conciertos donde politólogas megafans convencen a sicólogas para llegar a tercera fila y ver al grupo catalán Dorian, cuyo vocalista, un tipo muy grimoso, nos retiene hasta el final:

-"¿Por qué os sabéis las canciones si no lo habéis escuchado nunca? "
-"Poooooorqueeeeeeeee eeeeeeeeeeeeeeesssssssssss muuuuuuuyyyyyyyyyyyyyyy preeeeeeeeviiiiiiiisiiiiiiiiiibleeeeeeeee."

Diálogos para iniciar una conversación que puede desembocar en... cualquier cosa. Por ejemplo, en las manos de la gente con carita feliz los minis de cerveza (Estrella Levante) saltan por los aires, te riegan entera empezando por la espalda, y:
- "¡Qué fríío!"
- "No te preocupes, morena, eso es buenísimo para la piel".


O:
- "¡Qué paxa Pachi!"
- "Yo no soy Pachi… ¡pero da lo mismo! Venid con nosotros esta noche que hay un dj en el quinto piso de tal y cual el lugar es lo de menos".

Para terminar
Mi aproximación al escenario rojo de The Magic Numbers abriéndome paso entre cámaras con objetivos tan macros que adivinan el pensamiento de los músicos. El trenecito al ritmo de Madness y su A house in the middle of the street (¡nos van a regalar una lavadora!) y discusiones sobre si entrar o salir del closet, ¿no será del wardrobe? mezclando inglés con español que es más cool y de eso se trata.



Queda pendiente
Las únicas pegas, que no lo son tanto, fueron no escuchar al gordo niño delgado pequeño viejuno más conocido como Fat Boy Slim y no comprar los deliciosos hojaldres Miguelitos que vimos en el camino de ida porque en el de vuelta a Madrid por la A3 ya se los habían llevado los listos que iban delante circulando mucho más rápido que lo permitido por las señales de tráfico, que no digo que sea ir tan deprisa, porque a veces la autopista está en buenas condiciones y uno se siente seguro, pero aun así peor para vosotros, que os pillen los rádares, os multen y os dejen el carnet limpio de puntos que yo me quedaré sin los pastelitos pero vosotros os quedáis sin la Guía Michelín(es) del próximo año. BeSOS y adiós.