jueves, 28 de febrero de 2008

La lluvia sale cara (a los humanos)

La lluvia sale cara. Hoy, bajo un chaparrón sin escapatoria y a falta de dos horas para entrar a trabajar, sola y desvalida, me he refugiado en un restaurante a tomar lo más pequeño que tuvieran (un expresso), y a escribir, y, al mirar la lista de precios, me ha empezado a temblar el pulso y con él, las letras. La lluvia me ha costado dos euros con ochenta.

Ayer fue diferente. Hizo muy buen tiempo y me fui con mi cuaderno al Jardín Botánico. De repente, gritos jubilosos, cantos cíclicos, palmas frenéticas, el tam tam de una darbuk: una boda mora. Sobre mis hombros, mecidos por la brisa, se posaron miles de diminutos corazones de papel rosa aterciopelado (puaggg). Caían suavemente, no como en España donde los granos de arroz parecen munición para acabar con el/la novio/a.

Después, un cámara andando para atrás grabando a unas 50 personas encabezadas por los recién casados y a su alrededor varios niños (que ya se han quitado la corbata) y niñas (que horas antes habían amenazado con dejar de respirar si no les vestían de Sisí Emperatriz).

En segundo lugar van las señoras bien tapadas pero al menos con colores claros. En la cola del grupo, los hombres quienes a diferencia de profesar un (aparente o real) respeto ejemplar hacia sus mujeres al resto nos pasan por su escáner visual sin tapujo ninguno.

Antes de levantarme e irme me he quedado embobada viendo como dos de los niños, aprovechando los potentes rayos de sol, quemaban hormigas con una lupa rodeándolas previamente con un cerco de piedras. El exterminio ha terminado con la recogida de cadáveres por el resto de la comunidad hormiguil que, horrorizada por los días soleados, desfila entonando sus plegarias “que llueva que llueva la Virgen de la Cueva”. Sus deseos se han hecho realidad hoy. Demasiado tarde.

martes, 26 de febrero de 2008

El año de la rata

Este es el año de la rata y ellos,chinos y chinas, lo celebran en el Soho colgando horteras farolillos rojos y dorados. Así empieza la mayoría de los diez vídeo-reportajes que hice en Londres porque, dicho sea de paso, en lo que a mí respecta lo audiovisual está pisando el terreno de la fotografía. Pero esa era la cara feliz y festiva de la comunidad china porque en su intimidad encontré tremendos problemas causados por un dramático conflicto de intereses. Él quiere ver Humor Amarillo. "Quielo vel Humol Amalillo". Ella, comer aloz con toltilla. No se ponen de acuerdo, se enfandan, discuten y ella se encierra (dando el correspondiente portazo) en el baño a tocar su violín frotando el arco con tanto odio que hace sangar mis oidos. Se acaba el maldito concierto, entro en el WC y me encuentro con el atril metido en la bañera. Enciendo la ducha. Uno a uno, do, re, la y mi bajan por el desagüe hasta que éste se traga por completo esa música infernal. Eso es. Que se vaya a las alcantarillas a rallar a las ratas que, como siempre, están reproduciéndose mientras celebran su año. Año en que conquistarán el mundo. ¡AAAGGGGG! Pongo el tapón y me voy.

martes, 19 de febrero de 2008

¡Viva Londres!

Escrito el jueves 14 de febrero

Esta mañana he sido testigo y algo cómplice de un boicot a la confianza materna. Un niño de muchos rizos y pocos años metido en el carro de la compra mientras su madre recorre el supermercado. Va sentado con las manos dentro para no pillarse bien quietecito como le han dicho que haga, pero en cuanto su chofer está de espaldas en la balda de los tomates, él estira sus brazos hacia otra estantería… sin lograr coger nada. Su oportunidad llega en la cola de la caja. De repente, la señora ha salido disparada a por un salmón para la cena de esa noche mientras le dice a su hijo que viene enseguida que se porte bien.

Vía libre. Él me mira de reojo y coge una tarrina de queso de untar. Me mira desafiante e intenta abrirlo. Le miro, me mira, pone cara de esfuerzo y después de varios intentos ensayo-error, lo abre. Yo no digo nada; estoy deseando presenciar el siguiente movimiento, es decir, verle hundir el dedo en el cremoso contenido y a modo de pincel empezar a barnizar el resto de artículos con los que comparte sitio dentro del carro. Su cara resplandeciente se borra al ver aparecer a mamá. A mí se me ocurren mil formas de esconder el delito y otras tantas disculpas para defenderle pero las pruebas son demasiado evidentes. Sin embargo todo ha terminado como menos me esperaba. La madame ha reconocido el enorme potencial artístico-pictórico de su retoño quien desde entonces se gana el pan de cada día haciendo graffitis con mozzarella.

Ahora ya es de noche. Lo sé porque veo que el agua del mar está negra como el color del cielo que refleja. Estoy en el ferry cruzando el Canal de la Mancha para llegar a territorio inglés. Arriba, en la borda, hace bastante frío, hay muchísima neblina y un olor muy extraño, mezcla de pescado y alquitrán. Me viene a la mente la película La vida secreta de las palabras o Los lunes al sol. Gris. Triste. Húmedo. Aburrido. Estar Mar adentro siempre me ha hecho sentir claustrofobia.

Abajo van los coches. Me acuerdo de KITT, El coche fantástico, cuando se subía al camión de Davon para ser supervisado. Nuestro autobús es un autobús fantástico que va cargado de gente fantástica. La gran mayoría señores cuarentones que han aireado sus zapatos en el suelo mientras intentaban dormir en sillones que rodean la cafetería. He jugado a la zapatilla por detrás tris tras pero me han descubierto, me han perseguido por todo el barco y entonces me he acordado de típico momento Benny Hill corriendo de un lado a otro.

He acabado agotadísima. Cuando pisemos de nuevo tierra y subamos al bus, me voy a dormir. Despertaré en el centro de Londres, en Victoria Station ("La Vicky" para los amigos) y después desayunaré en Cheers.

Dejo el episodio a medias saidem a oidosipe le ojeD.
Continuará…

martes, 12 de febrero de 2008

¡Viva Amberes!

Ha pasado hoy por mis manos el CV de Fulanito de tal. Nacido el día X del mes Y del año Z. Nacionalidad, costarriqueño. Dirección, De la antigua Mercedez Benz, 125 metros norte. y 75 metros oeste, calle sin salida, penúltima casa. Escazu, San José… Todas las direcciones en Costa Rica son así. Lo que en un tiempo fueron señas o indicaciones complementarias, se ha ido convirtiendo en la auténtica dirección. Y tal cual se escriben. Dominar los puntos cardinales y tener un excelente sentido de la orientación son esenciales para no perderse en dicho país.

Del curro he ido a mi casa: dirección sur oeste a 50 metros del Paki de la esquina. Los pakistaníes bruselienses o bruseleños son los equivalentes a los chinos madrilienses o madridistas. Me he cambiado de ropa, mi asistente de imagen me ha embellecido y he ido a presentar, en español, un espectáculo de flamenco con voz algo temblorosa al principio y más segura al final, tanto, que han tenido que hacerme chantaje emocional y prometerme un plato de fresas con nata para arrebatarme el micrófono. Por su parte, el presentador me ha echado un piropo en francés. Yo me he sonrojado en silencio y él finalmente ha dado paso al concierto en neerlandés.

A la mañana siguiente, los rayos de sol me despiertan y una invitación a Amberes me levanta de la cama. Me dirijo a zona flamenca. Voy hasta Lovaina, que me enamora, y desde ahí en coche a la ciudad de los diamantes donde el Rubens se las pillaba gordas…

Entramos en el lujoso Teatro Real con pinta de domingueros. Yo llevo unas zapatillas rotas que han ido limpiando la calle y, como quien levanta la alfombra para esconder lo que ha barrido, he ido guardando la porquería en la raja de la suela. Pedimos café a un precio de risa (pagas y te carcajeas) excepto uno del grupo que elige la enorme cerveza checa Urkel. Se acerca a nuestra mesa un hombre mayor, elegante y de ojos tan chispeantes como las piedras preciosas que empuñan su bastón. Nos dice que alguien de esa mesa is a lucky person. A continuación: soy el representante de cervezas Urkel en Bélgica; usted está tomando la mejor cerveza del mundo y con mucho gusto le voy a invitar. Yo dejo de beber el capuccino. Miro sin cesar a los lados buscando al director general de Nescafé pero allí no viene nadie. Mi taza se queda helada y el azúcar, amargo.

Paseamos cual turistas, es decir, andamos tan despacio que cansa. Atravesamos una calle con tiendas de productos de autobronceado y comercios clandestinos donde venden una crema que usan los negros para blanquearse. Lo que me hace pensar que el ser humano vive en una adolescencia perenne que le obliga a llevar siempre la contraria.

Por la noche, concierto. Música gipsy-ska-balcánica. Soy una serpiente encantada que se mueve obedeciendo al saxo y teclado, a la guitarra y a la batería. Todos saltamos, bailamos o descansamos cuando las notas dictadoras lo desean. El tema de despedida, una versión chulísima de una canción de Kill Bill.

Después de este fin de semana de inmersión en la cultura flamenca, me ha picado el gusanillo y creo que voy a aprender esa lengua que recuerda al alemán, tiene mucha semejanza al inglés y un español la puede pronunciar sin dificultad. Por ahora ya sé decir gracias (hacerlas siempre he sabido).

jueves, 7 de febrero de 2008

¡Viva Colonia!

Necesito (quiero) un billete de autobus destino Colonia. Me enchufo a internete, la pantalla hace pluf y se queda totalmente negra. Reinicio sin clemencia el ordenador hasta cuatro veces ¿Cuántas veces hay que hacerlo antes de darse uno cuenta de que necesita servicio técnico especializado?

Mientras espero a que un colega me solucione el problema, pongo el flexo a 15 centímetros del portátil para poder ver al menos dónde está la flecha del ratón. Así, con linterna, entro en la página de Eurolines. Me piden clave de acceso. La que me hice un día no la recuerdo así que me vuelvo a registrar. Ya por fin elijo lugar de salida y llegada, selecciono horario y marco el cuadrado aceptando las condiciones de viaje. Veo una Oferta Carnaval, se llama. Hago clic sin pensarlo. Cuando voy a meter los datos de la Visa para pagar salta una ventanita: piden un código de desactivación de protección de tarjeta. Entro en la web de mi banco donde consigo abrir el candadito y ahí veo (a duras penas) la clave que me pedían. Vuelvo a la página para acabar mi pedido: ha expirado. También ha desaparecido la promoción que ofrecían. Aunque acabo haciendo la compra por teléfono, a continuación voy a ebay y me hago con un cibersereno para que no se me vuelva a resistir la entrada a ninguna puerta.

Al día siguiente, por fin estoy en Colonia donde todos, ciudadanos y visitantes, llevan puestos los disfraces más currados que haya visto jamás. El punto de partida es el impresionante Duomo al que entro siguiendo una procesión de marineros, payasos, vampiros, piratas, enfermeras y una familia de Los Tres Cerditos. Dentro, en plena eucaristía, han puesto un cordón para separar a Don Carnal de Doña Cuaresma. Yo me acerco hasta la delgada línea roja y viene hacia mí un monje (doy por hecho que es auténtico) : Entfernen Sie den Hut Hexe Lady. (Quítese usted el sombrero de bruja, señorita). Le hago caso pero me preguntó el por qué de semejante discriminación. A mi lado está Papá Pitufo con su gorro rojo, el Inspector Gadget con su gabardina y sombrero gris, y detrás, Escarlatta O´Hara con su espectacular pamela.

Salgo a la calle y a ritmo del tambor llego a una estatua muy graciosa de dos tipos narizotas. Un Pedro Picapiedra se presta a hacerme una foto no sin antes decirme que si le froto la nariz tendré felicidad eterna. ¿Si? Me acerco a él (al troglodita), le froto la nariz y lo que me da es un garrotazo. Engañada por el personaje me pongo a pensar en todas esos rituales absurdos que hay que seguir para: tener buena suerte, tira una herradura para atrás; ser fértil, báñate en cierta playa gallega una noche de luna llena (¿llena de qué? De luna); estar sano, da un cabezazo a tal santo; triunfar en el amor, toca el busto de Julieta (sin que te vea Romeo); tener dinero de por vida, tira monedas a la fuente…

En esa ciudad donde no se sabía quién era quién, me recoloqué mi sombrero embrujado y dejé que la rica cerveza y la música folclórica alemana me otorgasen la felicidad instantánea para disfrutarla en ese preciso lugar y fugaz momento. Más vale pájaro en mano.