martes, 19 de febrero de 2008

¡Viva Londres!

Escrito el jueves 14 de febrero

Esta mañana he sido testigo y algo cómplice de un boicot a la confianza materna. Un niño de muchos rizos y pocos años metido en el carro de la compra mientras su madre recorre el supermercado. Va sentado con las manos dentro para no pillarse bien quietecito como le han dicho que haga, pero en cuanto su chofer está de espaldas en la balda de los tomates, él estira sus brazos hacia otra estantería… sin lograr coger nada. Su oportunidad llega en la cola de la caja. De repente, la señora ha salido disparada a por un salmón para la cena de esa noche mientras le dice a su hijo que viene enseguida que se porte bien.

Vía libre. Él me mira de reojo y coge una tarrina de queso de untar. Me mira desafiante e intenta abrirlo. Le miro, me mira, pone cara de esfuerzo y después de varios intentos ensayo-error, lo abre. Yo no digo nada; estoy deseando presenciar el siguiente movimiento, es decir, verle hundir el dedo en el cremoso contenido y a modo de pincel empezar a barnizar el resto de artículos con los que comparte sitio dentro del carro. Su cara resplandeciente se borra al ver aparecer a mamá. A mí se me ocurren mil formas de esconder el delito y otras tantas disculpas para defenderle pero las pruebas son demasiado evidentes. Sin embargo todo ha terminado como menos me esperaba. La madame ha reconocido el enorme potencial artístico-pictórico de su retoño quien desde entonces se gana el pan de cada día haciendo graffitis con mozzarella.

Ahora ya es de noche. Lo sé porque veo que el agua del mar está negra como el color del cielo que refleja. Estoy en el ferry cruzando el Canal de la Mancha para llegar a territorio inglés. Arriba, en la borda, hace bastante frío, hay muchísima neblina y un olor muy extraño, mezcla de pescado y alquitrán. Me viene a la mente la película La vida secreta de las palabras o Los lunes al sol. Gris. Triste. Húmedo. Aburrido. Estar Mar adentro siempre me ha hecho sentir claustrofobia.

Abajo van los coches. Me acuerdo de KITT, El coche fantástico, cuando se subía al camión de Davon para ser supervisado. Nuestro autobús es un autobús fantástico que va cargado de gente fantástica. La gran mayoría señores cuarentones que han aireado sus zapatos en el suelo mientras intentaban dormir en sillones que rodean la cafetería. He jugado a la zapatilla por detrás tris tras pero me han descubierto, me han perseguido por todo el barco y entonces me he acordado de típico momento Benny Hill corriendo de un lado a otro.

He acabado agotadísima. Cuando pisemos de nuevo tierra y subamos al bus, me voy a dormir. Despertaré en el centro de Londres, en Victoria Station ("La Vicky" para los amigos) y después desayunaré en Cheers.

Dejo el episodio a medias saidem a oidosipe le ojeD.
Continuará…

4 comentarios:

Anónimo dijo...

La claustrofobia del Mar adentro se vuelve maravillosa cuando la puedes disfrutar en mono de neopreno y con una bombona de oxígeno a la espalda.

Que lo pases genial en Londres, niña guapa!!

Un beso de la cubana ;)

Anónimo dijo...

¿Cual será tu próximo destino?! Esperandolo con ganas para leerlo!

Un beso y disfrutaaaaaa!!!(la fruta,juver sin azúcar)

Anónimo dijo...

¡No pares nunca quieta!!!!!!!!!!!

Genial el episodio del retoño del super!!!!

En profite!!!!!!!!!

gros.bizs.Gab

Palo y Mikel dijo...

No es por resultar resabidillo, pero Cheers sucede en Boston, que al fin y al cabo es muy rollo ingles.