viernes, 30 de julio de 2010

¡A la rica gamba!

Durante el verano los empleados que están en plantilla airean su puesto y se lo prestan a jóvenes que firman unas prácticas a veces bajo cualquier condición y a cualquier precio (o a ninguno) con tal de ir metiendo cabeza. Y lo que meten es la gamba, algo necesario pa que la vida tenga más salero.

Decía una escritora muy freaky de lo suyo que de pequeña se relamía al ver erratas o errores en cualquier tipo de publicación que cayera en sus manos.

Yo también he sido afortunada de chuparme los dedos de gustirrinín:

Ayer, los ministros y las ministras reaccionaban públicamente ante la prohibición de las corridas taurinas en Cataluña.

Anoche, al corrector de este diario le llamaron dos amigos que estaban sentados en un terraza "de lujo, tío, te tienes que venir" y pasó por alto este entrecomillado al que, tal cual está, habría que añadir: Leire, ¡cúrrate tu discurso!

martes, 27 de julio de 2010

Cuando la tiza marcó el compás

Tres días después del brutal suceso de Duisburgo ya es hora de esclarecer por qué no. Por qué no se evitó lo que ocurrió y cómo es posible que hoy, en pleno siglo XXI, en Alemania, una aglomeración humana quede atrapada en una ratonera de ese modo. Lo leo en el autobús por la mañana y siento una punzada en el estómago. Morir aplastado…

Por la noche, en el Café Libertad, 8, vivo otra sensación muy intensa que me remueve por dentro pero que no tiene absolutamente nada que ver con la anterior. Aquí no hay una marca blanca de tiza en el suelo a la salida de un túnel sino vigas de madera y terciopelo azul Marino.

El violín lo llena todo. Es sobrecogedor. El cantautor (cansautor) a quien acompaña, que era el principal reclamo, ha quedado en un segundísimo plano. Peor. Fuera de escena. A mis ojos no existen más que ellos dos. Él, músico y él, violín. Ese instrumento pequeño y manejable que obliga a su maestro prensarlo entre cuello y hombro (no vaya a salir danzando), causa en mí un efecto peligrosamente hipnótico de atontamiento enamoradizo. Una preciosidad.

En ocasiones, mi estómago se encoge y mi respiración se acelera empujados por emociones que me pillan de sorpresa al hacer cosas tan previsibles como leer la página de un periódico o entrar en una mítica sala de conciertos de Madrid.

sábado, 24 de julio de 2010

En otra dimensión

Dos tías y un sobrino vamos a sesión de cine infantil. La entrada incluye gafas negras de 3D y palomitas. Pedimos un alzador para que el peque no solo vea el sombrero del sheriff Woody sino la pantalla completa. Y buscamos a oscuras nuestras butacas hasta que llega el acomodador a solucionarnos la misión: "¡Seguidme!"

¡Menuda historia la de los toys! Sobre todo la segunda parte en la que los niños se han acabado sus cucuruchos y sus bocas tienen ahora vía libre para hablar y reír. Las bocecillas salen de asientos de diversas filas de la Sala 3 y comentan entusiasmadas un momento que consideran estelar: el Señor Patata convertido en tortita, primero y en salchicha, después. Aunque reconozco que me dejé arrastrar por la excitación del público, objetivamente, es una escena muy graciosa.

Me toca salir corriendo a los baños de mujeres al oír un susurro a mi derecha: "¡Quiero hacer pis!" Ya de vuelta, todavía queda un buen rato de animación y un episodio dramático que prefiero no mirar:
- "¿Por qué te quitas las gafas?"
- "No, no, es que… se me han caído…"

Por último, más risas, aplausos y el cierre con You´ve got a friend in me.

Luego, en la calle, mi teléfono no responde. Meto el pin, el puk, el pim-pam-pum, fuera. En la tienda soy testigo, sin tiempo para el duelo, de la muerte de una tarjeta que seguía siendo de color verde y que aún se llamaba Amena. Y es así como se han colado en alguna dimensión que no es posible ver con gafa alguna, los números que grabé cuando, como el dueño de Woody, empecé la universidad. Ciclo cerrado.

jueves, 22 de julio de 2010

Delirio a 185

No se calla la luciérnaga. No para de hablar. Es muy, muy pesada. Pesadísima. Un coñazo de bicho. Intento evadirle mirando por la ventana y veo 4 personas saludándome desde ahí fuera. Están levitando a 5 pisos de altura.
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Entonces, a mi lado, el insecto ha desaparecido por fín y veo en su lugar a Tintín totalmente sopa. Al rato, abre un ojo y me mira con cara de saber algo que prefiriría no haber oído nunca. No sé qué será. Quizás él tampoco. Pero por su mueca de fastidio y preocupación parece poseer una información que, sin él desearlo, le hace ser demasiado valioso para la mafia rusa. La pista me la da este tema de El Cascanueces que estalla en mis oídos a 185 decibelios sobrepasando, por mucho, el umbral del dolor humano.
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Todo esto me parece formar parte de la más absoluta normalidad. Hasta que, poco a poco, lentamente, sin prisa y sin ganas, voy despertando. Ato cabos y nada encaja. Nada tiene sentido, lógica ni explicación. ¿Se trata de una realidad llena de defectos inexplicables? ¿Otro sueño rallante de verano? Me pregunto si es posible volar sin alas, conversar con un animal diminuto y acostarse o, más bien, levantarse con un personaje de cómic.
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Paradojas, cataclismas, ectoplasmas. Hay días muy raros y noches que merecen la pena ser dormidas.

lunes, 19 de julio de 2010

Taquicardias justificadas

Le tiembla la mano y le vibra la voz. Mira al infitino cuando hablas con ella y, aunque asiente tirando de su barbilla para abajo, en realidad no se está enterando de nada de lo que le estás contando. Tiene meteduras de pata continuamente, me envía emails que no deberían haberme llegado nunca y se olvida que hoy tenía hora para sacarse la muela del juicio que tanto dolor le ha causado todo el fin de semana. Pero hoy, lunes, lo que no se le olvida es que venía el chico reponedor de café. Un portento treintañero que más que trayendo bolsas para rellenar la máquina de café tendría que estar anunciándolo.
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Y así, embobada, pellizcándome para demostrarme que lo que veían mis ojos no era imaginario, he conocido al causante de los extraños comportamientos de mi compañera de trabajo. Por eso me he propuesto que el consumo de dicho producto se incremente en la empresa, las existencias se agoten una vez por semana, y las taquicardias provocadas por la cantidad de tazas de café ingeridas queden justificadas por la visita de cada lunes.

jueves, 15 de julio de 2010

Rojo festivo

No pude resistir bajar a Moncloa el lunes a las 19h con la cámara al hombro. Las masas humanas suelen provocar situaciones muy golosas para el observador y no me lo quise perder.

Dimos con dos contadores de luz disponibles a los que subirnos, algo excepcional en un tramo de calle donde las mejores posiciones ya estaban ocupadas. Eso sí, el sol y el calorazo se repartieron por igual. "¿Puedo pedir agua a los del Samur?" "Da igual, ¡ya llega el bus!"

Una hora más tarde, la vista de pájaro nos permitió tomar, entre otras, estas imágenes.

La Roja con la copa

viernes, 9 de julio de 2010

Los tentáculos tenían razón

Como no podía ser de otra forma, celebrar el gol de la selección al limón alemán Neuer (ya ves como sometimes, ¡sí!) fue una excusa más para dar voces y servir cervezas frías con pincho de tortilla entre otras tapas el pasado miércoles día siete.

Bajar a Colón, a quince minutos andando, era casi obligación.

Por una vez el vendedor de cervezas no era chino. Era un hombre de unos 50 años del barrio de Prosperidad con su carrito vaciándose de latas de las grandes: “Así te ahorras un viaje”, me dice.

Clientes no le faltan. Llega un grupo justo detrás de mí: "Du yu jaf a bier?"
"¿Quééé? A mí háblame en castellano que yo soy español", responde el próspero.
A lo que los chavales, más madrileños que el cocido, gritan: "¡Yo soy español, español, español!"

Así el ambiente, seguimos bajando y ya en la plaza nos encontramos con: dos semáforos, un policía bigotudo, banderas de todos los tamaños, camisetas rojas, unas 307 personas (300 personas y siete alemanes con la blanca) y muchos coches con gente colgando por las ventanas.

Como habían precintado la fuente, había que buscar alternativas. La muchedumbre exaltada se dedicó a esperar a que el semáforo se pusiera verde para saltar, hacer un trenecito o agitar banderas en el centro del paso de peatones y cruzar a la acera contraria cuando iban a pasar los coches. Mientras, el poli intentaba controlar la situación conteniendo la risa provocada quizás por las cosquillas que le hace el bigote.

De vuelta a casa parecía que, por una vez, la aglomeración tenía ganas de que pasara rápido el fin de semana. Este domingo, todos a la Cibeles.
Y a ti, Paul, te esperamos en la fuente.

viernes, 2 de julio de 2010

Repetición y regustación

Un año más, y ya van 21, el Festival Couleur Café cuelga el cartel de SOLD OUT a pesar de que algunos sortudos se las apañen para conseguir entradas a última hora sin sacar un euro out de su monedero.



Las espirales rojas que decoran el escenario, las mismas que vi hace 365 días, fueron envolviéndonos a lo largo de la jornada del domingo e incluso acabaron vibrando con Wax Tailor. El francés me ha demostrado que los edificios también bailan y lo hizo en las proyecciones que un vídeo jockey fue lanzando en su directo. Pero para directos, el de la cantante de origen marroquí Hindi Zahra, su sofisticado funky-jazz y su escalofriante voz. Ella transformó la imagen que tengo de su país de procedencia y consiguió lo que estaba anunciado en el cartel: dejar en el Couleur Café una huella difícil de olvidar.
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Por último, compartir una serie de cuerpos vivarachos. Si bien mi último paseo por Madrid lo dediqué a las piernas que subían y bajaban la Gran Vía, esta degustación de músicas del mundo en un espacio bruxellois se centró en las espaldas y cabelleras de los asistentes cuyas caras estaban más pendientes del escenario que de mí. Su explicación tendrán.


Zipi y Zape (rapados)


¡Quiero ver!


Espaldas trabajando


Espaldas churruscadas


Los moños, lo más de lo más


El moño con maracas (¡y boli bic!) aún mejor


Las culebras rubias muerden...