Padre alcohólico, o tal vez no, pero lleva una cerveza en la mano y tiene los ojitos rojos. Madre de la olla, o quizás tampoco, pero tiene una mirada desconcertante y se traba al hablar cuando sapos y culebras salen de su boca. Blasfema la vida.
Él, con su lata en una mano, empuja el carrito con la otra. No es un carro de la compra (ojalá); es un cochecito donde duerme una niña de, sumo, 6 meses.
La mujer se para en medio del abarrotado pasillo del metro para hacer una foto a la pequeñina y al hacerlo está a punto de aplastar la mini nariz con la cámara.
Tambaleándose, bajan las escaleras con el coche a cuestas.
- "¿Necesitan ayuda?"
- "No, gracias", contestan.
Pero lo mío en realidad no era una pregunta sino una afirmación.
Al llegar al andén, se van en dirección contraria. A contracorriente.
Al llegar al andén, se van en dirección contraria. A contracorriente.
Adiós, bebé. Y buena suerte.
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