Con el fútbol nos volvemos locos. Me lo contaron y ahora lo corroboro. Se trata de una locura controlada que se acaba casi a la par que el partido. Yo no pensaba ir a ver el de anoche (España tres, Rusia cerO) pero al final allí estuve dejándome la voz en un bar lleno hasta las trancas. Y mira que me da igual el fútbol, me da igual quien gane, pero claro, una vez me metí en el ambiente y tras el triunfo de nuestra selección… Olé, olé y olé. Salimos a la calle dando gritos de alegría a ver pasar coches toreando con banderas rojo amarillo rojo, gente saliendo por las ventanas sin despegar la mano del claxon y a devolver el saludo automovilístico haciendo rumbear nuestras cuerdas vocales. Fue una forma muy sana, fácil y rápida de desahogarme.
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Otro modo de hacerlo es mediante el reciclaje de botellas de vidrio. Tirarlas a los contenedores y oirlas estallar contra otros frascos y contra las paredes es tanto un placer como una necesidad. Así que para liberar energías negativas, malos rollos, tensiones internas, iré más al fútbol o al futbolín (juego compuesto por hombres de brazos amputados atravesados por una barra que les mantiene fijos de tal forma que no puedan tocar el campo para evitar que escapen corriendo), gritaré mucho, beberé más y me llevaré los botellines vacíos y vaciados por mí para hacerlos estallar en mil pedazos. ¿Terapia de choque?
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