Me compré cuatro espejos en IKEA de esos que pones en la pared y al unirlos forman uno grande. El pegamento es tan potente y la pintura de la pared tan endeble que todos, excepto uno, se han caído. No sin mucha investigación, he llegado a la conclusión de que se trataba de un suicidio porque por las mañanas les daba mucha charleta; no me aguantaban más. Pero he de decir que el que ha quedado vivo ¡me sigue sonriendo!
Con la sonrisa en la cara salgo a la calle. Si se me ocurren ideas sobre qué escribir, cojo mi libreta y me paro en seco para apuntarlo sin darme cuenta de que la gente por la mañana aún está quitándose las legañas y no me puede esquivar. Y si estoy cruzando la calle hago lo mismo sin importarme que los coches se cochen contra mí. Por cierto, en Argentina a los coches de choque les llaman autitos chocadores. ¡Qué relindos!
Ya en el trabajo, me siento frente al ordenador. Me encuentro una sesión abierta y una carpeta en la que pone Fotos privadas. Obviamente la abro. Allí, un viaje a la playa de un compi del curro tan feo que cuando nació dijo el doctor: si no llora, es un tumor. Y no lloró. Es un tipo de los que llevan una colonia tan intensa, tan densa, tan pegajosa, repulsiva, vomitiva, que intento aguantar la respiración durante el resto del día. En las fotos además sale escuálido y blanco grimoso con un bañador amarillento, descolorido, subido hasta el cuello. ¡Atentado visual! Puag. Me arrepiento de haber sido tan cotilla.
Antes de despedirme tengo algo muy importante que comunicar. Quizás el calimocho no lo hayamos creado los orgullosos españoles ya que los jóvenes croatas también compran el vino más barato del mercado (lo que sería nuestro Conquistador), lo mezclan con coca cola, le echan unos hielitos y pal buche. Ellos lo llaman Bambus o Bu-bu. Y otra cosa. Cuenta la leyenda (que me acabo de inventar) que la coca cola pura se empezó a beber cuando una señora llamada Maricola la destiló del vino. Por ejemplo.
Con la sonrisa en la cara salgo a la calle. Si se me ocurren ideas sobre qué escribir, cojo mi libreta y me paro en seco para apuntarlo sin darme cuenta de que la gente por la mañana aún está quitándose las legañas y no me puede esquivar. Y si estoy cruzando la calle hago lo mismo sin importarme que los coches se cochen contra mí. Por cierto, en Argentina a los coches de choque les llaman autitos chocadores. ¡Qué relindos!
Ya en el trabajo, me siento frente al ordenador. Me encuentro una sesión abierta y una carpeta en la que pone Fotos privadas. Obviamente la abro. Allí, un viaje a la playa de un compi del curro tan feo que cuando nació dijo el doctor: si no llora, es un tumor. Y no lloró. Es un tipo de los que llevan una colonia tan intensa, tan densa, tan pegajosa, repulsiva, vomitiva, que intento aguantar la respiración durante el resto del día. En las fotos además sale escuálido y blanco grimoso con un bañador amarillento, descolorido, subido hasta el cuello. ¡Atentado visual! Puag. Me arrepiento de haber sido tan cotilla.
Antes de despedirme tengo algo muy importante que comunicar. Quizás el calimocho no lo hayamos creado los orgullosos españoles ya que los jóvenes croatas también compran el vino más barato del mercado (lo que sería nuestro Conquistador), lo mezclan con coca cola, le echan unos hielitos y pal buche. Ellos lo llaman Bambus o Bu-bu. Y otra cosa. Cuenta la leyenda (que me acabo de inventar) que la coca cola pura se empezó a beber cuando una señora llamada Maricola la destiló del vino. Por ejemplo.
1 comentario:
Me temo q mi espejo de Ikea se va a suicidar también un día de estos :-S .... no quedará ninguno en pie, porq el mío es hijo único.....
Me alegro q lo de Italia haya sido la bomba de 540º.
MUAK!
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