Dicen que Estrasburgo es muy bonito. He estado tres días y no he podido comprobarlo porque lo poco que he visto ha sido a través del cristal de las ventanas del Parlamento que parece una Torre de Babel. La visita queda aplazada porque esta vez el motivo del viaje era laboral. De él me guardo alguna metedura de pata para evitar repetirla y rememoro dos situaciones que nada tienen que ver con la tele y mucho con la oratoria.
1. Momento MacAuto. El martes por la noche salimos tarde y cansados de trabajar. Eramos ocho que no cabíamos en los coches así que hubo que coger dos taxis para ir al hotel. Yo me meto en el segundo. Chófer, siga usted al vehículo negro que nos precede con sospechosa matrícula francesa. No haga preguntas y pare en... el MacAuto. Eso hizo. Cuando llegamos, muertos de risa, el hombre, de forma espontánea, se puso a recitar todos los menús en voz alta. Nosotros, salivando por nuestro apetito feroz, atroz y voraz, le tuvimos que llamar la atención cuando a continuación pasó a leer los slogan de publicidad... Muchas gracias, señor conductor, pero apriete el acelerador que ya nos toca y hay hambre.
2. Momento chucu chucu chu piiiii piiiiii. Al día siguiente volví en tren a Bruselas. Nos dió tiempo a tomar un vino caliente que mi compi de viaje derramó en su abrigo blanco, haciendo honor a su apellido, y parecía que veníamos de un botellón. Y después, a soportar un viaje que, si bien en coche no llega a cuatro horas y media, en tren fueron seis. Seis horas parando en todos los pueblos (pasamos por Francia, Alemania, Luxemburgo y Bélgica).
Llegó el revisor y, por el agotamiento o el vino, en lugar del billete, le dimos unas fotocopias de la programación de noticias...
A 30 kilómetros del destino, en la ciudad de Namur, se oye el megáfono. Una voz joven dice que íbamos a estar detenidos (sin esposas ni nada de eso) media hora por un problema de señalización. Esa voz aprovechó la gran parada para recrearse en su propia musicalidad nombrando las estaciones que había en Bruselas: Esta, aquella y esta otra, sin olvidar, por supuesto... , ni dejar de citar a.., para llegar a la última... en la que todos se tendrán que bajar y despedirse de este agradable trayecto en nuetros trenes Thalys. Esperamos que repitan, muchas gracias y hasta pronto.
Hasta nunca. Lo repitió alguna vez más en los minutos siguientes... En fin, a pesar del viaje algo pesado, me quedo con el buen sabor de las lágrimas de risa con coca cola light y zumo de naranja.
2 comentarios:
Hola! Andaba buscando a ver que encontraba de cronopios famas y esas cosas y encontré tu blog, gusto en leerte.
me ha encantado elena! genial! en enero tendrás más anécdotas que contar, ya verás, la vamos a liar, jejeje... muchos besos y feliz navidad, año y esas cosas... minerva
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