Son las 12 del mediodía de un día cualquiera. Te encuentras en el kilómetro cero de Madrid, en plena Puerta del Sol. Se para el tiempo y tienes cuatro horas libres para aprovechar en la ciudad. ¿Qué haces?
Un forastero probablemente elija la ruta del extranjero, es decir, seguirá las indicaciones de su guía de bolsillo: los mil y un itinerarios para no perderse nada. Comenzará con la foto junto a El Oso y el Madroño y seguirá hacia el Madrid medieval, paseando hacia la Plaza Mayor, cuidadoso de guardar su cartera a buen recaudo, parando en el top-manta y top-pasminas, foto con Felipe III (el Atrevido), una monedita al mimo (un hombre con paraguas que parece que va a salir volando), Mercado de San Miguel, visita al Café de Oriente, 6 eurillos para entrar al Palacio Real y una larga sentada para observar los jardines del Campo del Moro y divisar La Lanzadera del Parque de Atracciones.
Al visitante le entrará hambre después de tres horas de caminata pero sacará fuerzas para llenarse de bolsas de Preciados y, por supuesto, hacerse con una camiseta del Real Madrid o la típica Un amigo estuvo en Madrid y se acordó de mí. Pensará en subirse al autobús descapotable, pero el tiempo se agota y aún no ha probado las famosas tapas de la capital. “Camarero, camarero, una cerveza por favor”. Y sentado en una terraza del centro, en el último cuarto de hora, disfruta de una caña doble y un buen plato de paella (¿de Valencia?), eso sí, a riñón y medio.
Un madrileño escogerá otra alternativa. Después de una hora de atasco para llegar a trabajar a su oficina en Ópera, lo último que quiere hacer es coger un autobús y no quiere saber nada relacionado con el asfalto. Se le pasa por la cabeza hacer todas esas cosas que aún no ha hecho en su ciudad como por ejemplo hacerse una foto con El Oso y el Madroño, entrar en el Palacio Real, pasear por el Campo del Moro, ver la última exposición de Rubens en el Museo del Prado, purificarse en el Jardín Botánico o coger el Teleférico. Sin embargo esperará a hacerlo en un momento mejor, es decir, todo eso seguirá siendo su asignatura pendiente.
Se irá a El Tigre, su bar preferido, donde beberá cerveza barata acompañada de abundantes tapas. Cogerá el metro hasta el Retiro donde observará cómo un caniche acaba con la última ardilla del parque. Se tumbará en el césped y se despreocupará de todo. Le robarán el móvil, se acabarán las 4 horas concedidas y volverá a su casa en un pueblo de la sierra deseando perderse en el campo o encerrarse en casa a ver la última de Woody Allen.
(Escribí esta historieta hace exactamente 3 años y la recupero ahora que voy a estar de visita - durante más de 4 horas- en Madrid)
Al visitante le entrará hambre después de tres horas de caminata pero sacará fuerzas para llenarse de bolsas de Preciados y, por supuesto, hacerse con una camiseta del Real Madrid o la típica Un amigo estuvo en Madrid y se acordó de mí. Pensará en subirse al autobús descapotable, pero el tiempo se agota y aún no ha probado las famosas tapas de la capital. “Camarero, camarero, una cerveza por favor”. Y sentado en una terraza del centro, en el último cuarto de hora, disfruta de una caña doble y un buen plato de paella (¿de Valencia?), eso sí, a riñón y medio.
Un madrileño escogerá otra alternativa. Después de una hora de atasco para llegar a trabajar a su oficina en Ópera, lo último que quiere hacer es coger un autobús y no quiere saber nada relacionado con el asfalto. Se le pasa por la cabeza hacer todas esas cosas que aún no ha hecho en su ciudad como por ejemplo hacerse una foto con El Oso y el Madroño, entrar en el Palacio Real, pasear por el Campo del Moro, ver la última exposición de Rubens en el Museo del Prado, purificarse en el Jardín Botánico o coger el Teleférico. Sin embargo esperará a hacerlo en un momento mejor, es decir, todo eso seguirá siendo su asignatura pendiente.
Se irá a El Tigre, su bar preferido, donde beberá cerveza barata acompañada de abundantes tapas. Cogerá el metro hasta el Retiro donde observará cómo un caniche acaba con la última ardilla del parque. Se tumbará en el césped y se despreocupará de todo. Le robarán el móvil, se acabarán las 4 horas concedidas y volverá a su casa en un pueblo de la sierra deseando perderse en el campo o encerrarse en casa a ver la última de Woody Allen.
(Escribí esta historieta hace exactamente 3 años y la recupero ahora que voy a estar de visita - durante más de 4 horas- en Madrid)
No hay comentarios:
Publicar un comentario