viernes, 22 de enero de 2010

Nueve

Poner a tiempo libre, buena cara no resulta tan fácil ni tan obvio llevarlo a cabo. Pero se intenta.

El domingo por la mañana, me uní al taller de tortelinis con el chef belga Carlo de Pascale en Mmmmh!

Al terminar, me llevé en una cajita mis tesoros de carne elaborados por la veintena de asistentes. Esto quiere decir que cada tortelini podría haber sido toqueteado por unas ocho manos. La pena es que hasta tres días después no los pude cocinar, por lo que la pasta fresca pasó a tener el aspecto de pescado crudo apelmazado de dureza diez diamante.

Por la tarde tocaba ajedrez. Mi profe flamenco me enseñó cómo jugar con cabeza, estudiando absolutamente todas las posibilidades existentes antes de mover cada ficha. De repente me despisté mirando por la ventana del Lava cuando mi instructor me hizo una pregunta. Me quedé bloqueada y me pareció estar en clase de matemáticas y la Puri, a punto de lanzarme la tiza desde los cinco metros que separaban mi pupitre de la pizarra.

Acabamos la partida saliendo vencedoras las blancas, mi ejército. Pero fue gracias a haber seguido consejos-órdenes del contrincante.


Anoche estuvimos pintando cerámica en C.ramic y descubrí que a veces el placer puede volverse en contra nuestra. A las diez y media de la noche yo no podía más. Mis ojos estaban rojos, mi pincel (si es que anteriormente lo hizo) dejó de responder, y el pájaro loco que copié me reprochaba haberle hecho tan feo, tan azul, tan raro y tan insulso. Yo te quiero tal y como eres, con tus defectos e imperfecciones, le calmé.
Él me sorprendió gritando: ¡Y yo quiero ser un niño de verdad!

1 comentario:

Puri dijo...

Se oh queréih calláh!!!