Me encuentro, al igual que una parte considerable de la población lectora, bajo los efectos de la señorita Salander y el periodista Mikael Blomkvist, de la trilogía Millennium. Por su culpa ayer no me dormí hasta bien entrada la noche después de ¡AY, LECHE! quemarme con el flexo ¡AYYY! dos veces.
Al día siguiente, madrugo, enciendo mi ordenador, abro mi hotmail y caigo en un test de personalidad que alguien había dejado en mi bandeja de entrada. Es curioso el recurrir a algo externo para conocernos a nosotros mismos...
Al día siguiente, madrugo, enciendo mi ordenador, abro mi hotmail y caigo en un test de personalidad que alguien había dejado en mi bandeja de entrada. Es curioso el recurrir a algo externo para conocernos a nosotros mismos...
A la pregunta: ¿Te sientes identificado con los protagonistas cuando ves una película? Contesto: sí, muy a menudo. De hecho, por muy inverosímil que pueda parecer la historia o por mucho que sus personajes sean seres tan extraños como los guaguanchitos y los filopátrifos, en muchas ocasiones lo que me atrae es precisamente eso. Encontrar similitudes que tocan mi propia vida y sacar ideas que puedo llevar a cabo en la práctica.
Eso me está pasando con los libros de Stieg Larsson. De algún modo, siento que podría estar dentro de ellos. Me paro a pensar en cuáles son las claves de una novela para conseguir crear ese efecto devorador del que la lee y me acuerdo de un artículo publicado en el periódico Le Soir. El escritor listaba los elementos que tenía que reunir una novela y cuáles debía obviar. Lo que ocurre en Millennium es que el autor ha creado una historia llena de personajes cuyas vidas se entrecruzan, coinciden, se separan y, en ocasiones, se vuelvan a encontrar. Va saltando de uno a otro y genera la necesidad de querer saber qué están haciendo ¡todos a la vez! Por eso las páginas del libro se van pasando a esa inusual velocidad.
Desde que terminé el primer libro tengo un pensamiento constante en mi cabeza: ¡Yo también quiero jugar! Quiero esperarles sentada en algún parque de Estocolmo y formar parte de sus tejemanejes. Lo veo como algo totalmente posible ya que viven en un contexto real del siglo XXI, en un país europeo que existe en los mapas, en el que vemos complejas relaciones interpersonales, injusticias sociales, escándalos públicos, violencia a todos los niveles, el papel de los medios de comunicación, el rol empresarial, la situación de la atención a la salud mental, etc. Siempre girando en torno un solo eje: la desigualdad entre géneros y abusos que de ella se derivan. Pura actualidad.
Sé que cuando me acerque al final voy a querer ralentizar la lectura para retrasar así mi despedida con los protagonistas. Me parece fuerte decirlo pero... voy a echarles de menos. Además, tengo la certeza de que no habrá más capítulos para ellos. Su creador murió justo después de acabar la trilogía.
Eso me está pasando con los libros de Stieg Larsson. De algún modo, siento que podría estar dentro de ellos. Me paro a pensar en cuáles son las claves de una novela para conseguir crear ese efecto devorador del que la lee y me acuerdo de un artículo publicado en el periódico Le Soir. El escritor listaba los elementos que tenía que reunir una novela y cuáles debía obviar. Lo que ocurre en Millennium es que el autor ha creado una historia llena de personajes cuyas vidas se entrecruzan, coinciden, se separan y, en ocasiones, se vuelvan a encontrar. Va saltando de uno a otro y genera la necesidad de querer saber qué están haciendo ¡todos a la vez! Por eso las páginas del libro se van pasando a esa inusual velocidad.
Desde que terminé el primer libro tengo un pensamiento constante en mi cabeza: ¡Yo también quiero jugar! Quiero esperarles sentada en algún parque de Estocolmo y formar parte de sus tejemanejes. Lo veo como algo totalmente posible ya que viven en un contexto real del siglo XXI, en un país europeo que existe en los mapas, en el que vemos complejas relaciones interpersonales, injusticias sociales, escándalos públicos, violencia a todos los niveles, el papel de los medios de comunicación, el rol empresarial, la situación de la atención a la salud mental, etc. Siempre girando en torno un solo eje: la desigualdad entre géneros y abusos que de ella se derivan. Pura actualidad.
Sé que cuando me acerque al final voy a querer ralentizar la lectura para retrasar así mi despedida con los protagonistas. Me parece fuerte decirlo pero... voy a echarles de menos. Además, tengo la certeza de que no habrá más capítulos para ellos. Su creador murió justo después de acabar la trilogía.
1 comentario:
Yo no podría, ni de lejos, explicarlo mejor. Bienvenida a la millenium adicción. Omar dice que estoy obsesionada con la Salander,si hubiese muchas como ella en el cuartel de Tineo se les acababa la tontá a algunos...
Publicar un comentario