La agenda apretada de hoy sábado pensé contrarrestarla ayer con una noche sin grandes planes más que una quedada luso-española por el barrio. Esa idea se vio truncada, una vez más, por el afán de no parar. De no parar de colgar la palabra festival por todas partes de la ciudad. Esta vez, festiwal (en polaco). ¿De qué? Claro, como puede ser cualquier cosa, nosotros nos hemos encontrado con una mezcla de... Bueno, antes una breve introducción.
Hemos bajado a la plaza para elegir dónde ir a tomar algo pero las circunstancias han elegido por nosotros. Esta compañía de teatro polaca había precintado una zona bastante amplia. En ella, unos bafles enormes atraían (o espantaban) a los paseantes con música de circo. Como si fuéramos niños pequeños tirando de la manga de papá para que nos invite a verlo, nos hemos convencido mutuamente. Nos hemos mirado unos a otros y un asentimiento de cabeza con levantamiento de ceja y mirada a la derecha, ha bastado para entender que antes de sentarnos en el suelo había que pasar por el night shop para tener algo fresquito que beber en esta noche calurosa.
Ya instalados, los artistas nos han sorprendido con un montaje extrañísimo. Estrambótico. Rocambolesco. Un poco rockandrollesco también. Una veintena de actores iban entrando y saliendo al escenario con artefactos muy elaborados y presentando situaciones de todo tipo. Un hombre enfermo en pijama en una litera al que visten con traje de chaqueta y atan los zapatos a dolor. Curas y monjas nos rocían con agua bendita. Cuatro guardaespaldas mazados con traje de chaqueta tras una coreografía MTV se quedan en unos gayumbos que combinan pefectamente con su corbata. Maestras de colegio castigando a alumnos. Campesinos escupiendo zanahoria y tirándose harina por la cabeza. Seres gigantes haciendo movimientos endemoniados. Mujeres bailando el can-cán con música española de fondo. Y como clausura, han llenado todo de molinos en miniatura. Esto me huele a nuestro querido Don Quijote, pensaba yo. En cualquier caso, hilar una escena con otra ha sido prácticamente imposible.
Sin embargo estos espectáculos al aire libre, con fuego, colores, música y saltimbanquis no suelen dejarme indiferente. Me llevo varias ideas para cuando me tenga que encargar de la escenografía. O, simplemente, para entretenerme una tarde de domingo buscando la manera de construir un triciclo volador. O, mejor aún, creando algo más útil como un robot que se convierta en mi asistente. Ya lo tengo. Tendrá forma de coche y lo llamaré Kit.
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