Es un placer:
Llegar a casa con el sentimiento de haber estado, micro en mano y cámara detrás, en cierta manifestación y haber sido testigo de la Historia.
Hacerme un café con leche en taza grande.
Ir a mi habitación, encender el ordenador, sintonizar (¿googlelizar?) Radio 3 y encontrarme con una sorpresa, un regalo inesperado de programa. ¿Qué? Como Lo Oyes.
Escuchar a un invitado, rico Limoncello, que, como un amigo que va sacando discos a los que aliña con anécdotas en el salón de su casa, me ha entretenido, enseñado, arpegiado y, paulatinamente, se ha ganado toda mi atención.
Salir a la calle con mi sonrisa habitual, pero mucho más grande.
Vivir la radio.
Hacerme un café con leche en taza grande.
Ir a mi habitación, encender el ordenador, sintonizar (¿googlelizar?) Radio 3 y encontrarme con una sorpresa, un regalo inesperado de programa. ¿Qué? Como Lo Oyes.
Escuchar a un invitado, rico Limoncello, que, como un amigo que va sacando discos a los que aliña con anécdotas en el salón de su casa, me ha entretenido, enseñado, arpegiado y, paulatinamente, se ha ganado toda mi atención.
Salir a la calle con mi sonrisa habitual, pero mucho más grande.
Vivir la radio.
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