Para tamaño evento viene mi hermana mediana medianamente pronto. A las ocho aterrizaba su avión y a las diez yo comunicaba mi mala noticia: malas noticias, me ha fallado el proveedor de la tienda de campaña. Me ha fallado el coco porque he tenido dos meses para ocuparme de ello y no lo he hecho.
Con macutos, sacos, aislantes y bolsa de la compra nos desplazamos a la Rue Neuf congestionada de tiendas de ropa. Es el segundo día de rebajas. Mareas de mujeres cargadas de bolsazas puntiagudas se incrustan en nuestras mochilas. Por fin, a contracorriente, alcanzamos el centro comercial donde conseguir un techo para los próximos cuatro días. De las tres tiendas de campaña que quedan, la más económica no deja de ser un robo. Se trata del segundo robo del día teniendo en cuenta el que nos hizo el banco al cobrarnos una comisión gordísima en el cajero.
También necesito unas chanclas cutres y baratas pero solo encuentro unas cutres y caras. Descubriré más tarde que una vez mojadas me resbalo en su interior y me hacen ampollas XXL.
También necesito unas chanclas cutres y baratas pero solo encuentro unas cutres y caras. Descubriré más tarde que una vez mojadas me resbalo en su interior y me hacen ampollas XXL.
A continuación, una hora de trayecto hasta el festival divido en una serie de etapas: metro + tren + bus + caminata bajo la lluvia para llegar al camping. En el camino regalan una bolsa de patatas fritas picantes por cabeza. Cogemos tres y por avariciosas el resto del día se me estuvo revolviendo el estómago con tanta especia patatera.
Por fin llegamos a uno de los campings: el que quedaba más lejos del recinto de los conciertos. Montamos la tienda y creemos tener tiempo para la siesta antes de que toque nuestro reclamo del festival, los americanos culpables de que sacase las entradas: los Counting Crows.
Muy mala idea la de dormir porque ya vamos con el tiempo justo. Al salir de la tienda mi sister act recibe un sacazo en la cabeza de los vecinos de parcela (extraña forma de ligar) y algo atontada por el impacto, me dice: He leído que no pueden meterse cámaras de fotos en el tinglao. Vale. La oculto en mi bota y me muero de dolor mientras ando con el canto del pie. Al llegar vimos que no había ningún problema en llevarla como hace la gente normal, en la mano o en el bolso.
Antes de nada, hay que conseguir las pulseritas que nos convierten en miembros de la manada y nos permitirán entrar y salir libremente. Tenemos que esperar una cola de 30 minutos. Los únicos minutos que hemos tenido que esperar para hacer algo coincidien precisamente con los últimos minutos que toca nuestro grupo. Fue llegar frente al escenario y escucharles decir, Eso es todo, amigos. ¿Qué? Lo que oyes, ni ¡oootra! ¡ooootra! Ni leches. Nada.
Como dice una canción de Buika, estábamos jodidas, pero contentas. Al fin y al cabo quedaba mucho - todo - por delante... Y quedaba también toda la lluvia por encima que al tocar el tuétano de nuestros huesos fue formando estalactitas (y ahora pueden hacerse visitas al interior de nuestros cuerpos). Solución: comprar un poncho de plástico de mierda a precio de poncho de seda.
¿Más? Me tiro un vaso recién comprado encima por hacerme la graciosilla, eso sin contar con los que nos caen del cielo cuando la gente, dejándose el último trago de cerveza, tira el vaso por los aires gritando ¡YUJUUU! Y más. Pierdo la pulsera de cuero espectacular que me acababan de traer de España y exhaustas y con frío nos saltamos el último grupo del día, los Chemical Brothers. Llegamos a la tienda y al abrir la cremallera, rás, se atasca y se sale. Como colofón, dentro descubrimos un charquito en camino de convertirse en todo un señor charco... Eso sí, que conste que a pesar de todas las situaciones fatídicas, fue un día chapó (teando).
3 comentarios:
MAAAAAAAAAAADRE MÍA!!!!!!!!!!!! No hubiera habido buen guionista para una película!!!!!!!
Y REM???????
REM? mejor que no hayan ido, que malos son! :) Además me consta que se han jubilado hace tiempo ya.
:-P :-P :-P
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