Se abre la puerta.
Vecino: ¡Cómo estás!
Vecina: Muy bien.
Él: No era una pregunta. Era una exclamación.
Ella: Ah... pues gracias.
Él: Las que tú tienes y a mí me faltan.
Ella sale del ascensor. Ha quedado a las 9 y ya son las 9:10.
Él entra en el ascensor. Sube al 2ºD y se pone las pantunflas.
Hace varias semanas me preguntaba un niño de 3 años: ¿qué es un turista? Pues muchas cosas. Un turista es, por ejemplo, alguien que se pasea fuera de su lugar de origen. Allí, sea donde sea, observa el paisaje y sus componentes. Les hace fotos. Intenta comprender el funcionamiento de lo que le rodea. Mira cómo trabajan los demás. Cómo viven. Cómo son. Cómo se relacionan y divierten. Y ese estar de paso le da ciertos privilegios pero también le quita otros.
Después de una temporada larga como turista, ha llegado el momento de entrar en una agradable rutina. De cruzarse a vecinos en el portal y de disfrutar de las conversaciones al llegar a casa ("¿Qué has aprendido en clase hoy?" "Las características del cangrejo cacerola"). Los planes de fin de semana: ¿Un baloncesto? Tres contra tres. (Este equipo post universitario promete). Los paseos por la Pedriza (con los Liam y las cabras) y un objetivo a medio plazo: recorrer la Cuerda Larga. Las noches de teatro improvisado en Tribunal: piensa en un título, escríbelo en el papel y mételo en la caja de cartón roja, pero no llames tonto al presentador. Preparar una fiesta de cumpleaños (¡Ya 30 tacos! Eso quiere decir que yo cumplo...).
Cuando el tiempo pasa en terreno conocido las cosas parecen más fáciles. ¿Lo serán? ¿Haré yo por complicarlas?
1 comentario:
Las complicamos nosotros, porque yo creo que las cosas no son tan "asao"..... Tan sencillo como no dejarse complicarlas, no? ¡Y viva la rutina cambiante!
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