El troco, ese concepto vaporoso, inexistente e invisible, esa ilusión que nunca llega. Nunca. El troco o cambio es una excusa perfecta para que, en un intercambio comercial, el que ofrece el servicio, se quede con la vuelta. Una forma recurrente de redondear los precios al alza.
Cuando pagas al taxista un trayecto por Maputo que son 90 meticais, al darle un billete de 100, lo más seguro es que no tenga 10 mt. de vuelta. El taxi es el lugar donde mejor te la cuelan porque, a diferencia de la panadería, al conductor no puedes decirle que vuelves al día siguiente a por lo que te debe. Y es así como a poquitos se va quedando con la propina que él decide agenciarse.
Ocurre que en ciudad pequeña no es extraño toparse con el mismo taxista de la última vez. A mí me pasó. Él exclama: Que coincidência! y comenta que se acuerda de mi porque, después de llamarle con prisa, tardé en bajar y cuando ya estaba dentro del coche, ya le había pedido disculpas y le había dado el papelito con la dirección a la que me dirigía, le pedi que aun no arrancara y subí a casa otra vez a por algo que se me había olvidado. Y yo le comenté que me acordaba de él por lo majo que fue al principio y cómo, con la espera, se le hinchó de tal modo la vena de la frente que parecía que iba a asomar un cuerno. Y me acordé mejor del señor conductor cuando a la hora de pagar tampoco hoy tiene cambio de 100 mt. Que coincidência!
Pero esto también pasa en muchos bares y en comercios donde a lo tonto vas diciendo, Total, no es tanto. De esa actitud, nace la costumbre de que al europeo, al turista, se le puede cobrar más porque, Total, piensa el mozambiqueño, para él no es nada y para mí, mucho.
1 comentario:
¡Cómo me suena....! y, en el fondo, ¡qué razón tienes! ... es que el sistema ni siquiera funciona allá donde nace.... ¡este mundo!
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