Si alguien me dice: Llego de aquí a nada, yo entiendo que es un inervalo de tiempo muy breve dentro de la inmediatez. Pero en Mozambique no. Allí el tiempo avanza a otro ritmo. Igual que en Bélgica tienen mil y una formas para denominar la lluvia en función de la fuerza con la que caiga, la intensidad, el color y el entusiasmo o dedicación de las nubes para estamparse entre sí, en Mozambique hay un sinfín de maneras de dar a entender que no tengas prisa, que te quedes tranquilo, que ya están al corriente de la situación o quizás no, pero que no preguntes tanto.
Ejemplos hay muchos. Experiencias, agotadoras. Por eso, en la bolsa de mano, la paciencia es lo primero.
Ejemplo número 1 o el caso de los huevos estrellados.
Nos encontramos en un restauran en la Isla de Mozambique, histórica capital del país. Un lugar decadente y encantador. No hace tanto que comimos pero estamos muy cansados, ya se ha hecho de noche y hay que hacerle llegar algo al estómago para que no se queje. Como lo del tiempo de espera ya lo conocemos, y aquí el aperitivo no existe, pedimos algo rápido: tortillas de queso con patatas fritas.
Somos los únicos comensales. En esta increíble isla apenas hay turistas y la mayor parte de los habitantes no pueden permitirse salir a cenar.
Una hora y media más tarde cuando nuestro cansancio se ha zampado nuestra conversación y nuestra única distracción es mirar cómo sube y baja por la pared una salamandra amarilla, y después de preguntarnos por quinta vez por qué tardan tanto, sale el camarero. Dice que solo han podido hacer una tortilla porque los huevos de la segunda han salido estragados. A mí eso me suena a estrellados y comento: No pasa nada, yo me los como así. Me aclaran que no, que es que están podridos. Ofrecen cocinar un par de platos de langostinos que estarán listos de aquí a nada.
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Esa noche compartimos una tortilla entre cuatro y un plato gigante de patatas fritas.
Ejemplo número 2 o el caso del costurero mentiroso.
La profesión de costurero está muy extendida. La ropa sale muy bien de precio pero el resultado es más arriesgado. En ocasiones es excepcional por lo bien que se ajusta a la figura y a veces te encuentras con una chapucería asombrosa que te dejan pensando, Yo no sé qué me ha medido este hombre. El costurero de al lado de casa se había comprometido a hacernos una falda y un vestido:
- ¿En siente días podría estar listo?
- Sí, claro.
- ¡Perfecto!
Le explico, Con esta capolana y esta tela negra lisa quiero la cintura aquí, tres botones a un lado, tal y cual.
Pasamos por el puesto dos días después del plazo acordado: ¡Hola! Venimos a por nuestros encargos. Nos mira sonríendo, Pues es que justo ahora no tengo la llave del almacén. Venid más tarde. Vamos más tarde y se justifica: La persona que puede abrir la puerta ya salió de su casa y está al llegar. "Ya salió" es un paso antes que “está al llegar”. Pero regresamos dos horas más tarde y allí no ha llegado nadie. ¿Pero qué pasa ahora? Como respuesta obtenemos un raquítico aínda. Se traduciría por un todavía. ¿Aínda qué? Pues que el vestido está sin hacer. Sin empezar. Es que os he engañado, confiesa el sastre abiertamente.
Nos vamos a casa con el aínda, con una sola (pero espectacular) falda, un trozo de tela y tres botones.
2 comentarios:
XDXD Pá qué correr, no?
Jajaja!Eso tiene una traducción mexicana en una sola palabra: "Ahorita" :)
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