martes, 28 de octubre de 2008

No fumar

No fumar, en Colonia




No fumar, en Bruselas

lunes, 27 de octubre de 2008

Reírse de las pequeñas cosas...

Cierto día una persona que se deja mucho caer por aquí, en una despedida me dijo: Cuídate mucho, ¿vale? Hasta ese día siempre había pensado que ese consejo era algo absurdo ya que, pensaba yo, está claro, si uno no es muy masoca, siempre se va a cuidar. Pero ese día me di cuenta de que no siempre nos ponemos en nuestra lista vip. Y ese día, al darme cuenta de que la persona no decía ninguna tontería, mis gracias fueron mucho más sinceras que otras veces.

Y esto viene porque aunque no me he portando muy bien conmigo últimamente sí que estuve en una lista: en la de acreditados para ver a Amparanoia. Escribí un email convincete, me dieron el pase de prensa, estuve en un conciertazo de dos horas bailando que ni Billy Elliot me supera y todo ello me ha dado pie a pedir todo tipo de acreditaciones. Además, hay quien dice que al nacer somos un folio en blanco. Pero yo, para no desilusionarme, pienso que nacemos con un NO en mayúsculas y en rojo y a partir de ahí cualquier cosa que intente nunca va a se peor que la que ya tenía.
Ciertos días pesimistas como el que tengo hoy me alegro de que existan pequeñas cosas que me hagan sonreír... Me refiero a la gominola de la foto. Se llama Tocapollas.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Yo, dependienta

Yo, convertida por un día en dependienta de tienda de ropa pija. Doblando camisas: manga, manga, tronco y a la pila. Manga, manga pim pam pum fuera siguiente. Colocando la pila en su estantería correspondiente con el color correspondiente: uno de los 6 tonos diferentes de marrones que hay. Yo, con un resacón que no diferencio el azul del rojo, aguantando el tipo para no dormirme encima de las chaquetas y clavarme una percha en el ojo. Inventándome respuestas cuando me preguntan: ¿Os queda el número 40 en el almacén? Uy, qué va, qué va. La semana que viene llega todo.

Tengo mi mini descanso pero como estoy en un macro centro comercial (un infierno) no veo la salida. He percibido la luz de la puerta a lo lejos (un cielo). Pero se me ha hecho tarde y he regresado arrastrando los pies a la tienda a aguantar la música que aún después de varios días sigue martirizándome.

El mejor momento ha sido cuando se me ha acercado una abuelita y me ha dicho pellizcándome (con amor) la mejilla: ¡Qué rica eres! Yo he flipado. Ella se ha dado la vuelta y se ha ido con su bastón bailando el charlestón.

martes, 21 de octubre de 2008

Monsieur Poulet

Comprando el pollo.
Se me ha antojado un pollo asado esta mañana.
Yo: Un pollo asado, por favor.
Narradora en primera persona: El otro cliente de la tienda todo amable me cede el turno gustosamente. El dependiente mete el pollo en la bolsa.
Yo: ¿Y la salsa?
Él: Es que no hay salsa hasta la semana que viene.
Yo: ¡Un pollo sin salsa no es un pollo, monsieur! De hecho la salsa es casi más importante que el pollo. Si no, dónde van a navegar los barquitos de pan. Además, ¿qué hago? ¿Vengo la semana que viene a por la salsa?

Discutiendo el precio.
Yo: En fin, hablemos de euros, ¿cuánto es?
Él: 5.50 €.
Yo: Pues entonces me lo deja a 5€.
Él: No señorita, ya se lo he rebajado.
Narradora: Y yo pensando que ya no lo quiero. Pero es que un antojo es un antojo y para ir a la otra pollería tengo que bajar una cuesta criminal que luego, claro, tengo que subir. Y sigo insistiendo lo más pesada que puedo.
Él: ¿Es usted española, mademoiselle?
Yo: Bueno, nacionalidades aparte. Denme ustedes ideas para hacer la salsa en mi casa.
Narradora: Lo hago mirando al otro único cliente para que participe en tan animado debate.

Ideando una salsa.
El otro único cliente: Pues con mayonesa.
Yo: ¡No!
El otro único cliente: Con salsa rosa.
Yo: Buf... peor aún.
Dependiente: pues corte usted unos trocitos de tomate sazónelo bla bla bla.
Narradora: Soy demasiado tonta o tengo demasiado buen humor porque la situación me ha matado de risa. Al final he pagado 5.50 € pero le he pedido por favor, sin perder las formas, que al menos me diera menta de esa que tiene ahí para hacer un té dulzón que me quite la amarga pasada (exagerando un poquito).

Planeando el futuro.
La semana que viene vuelvo a por la salsa.

La bola europea


miércoles, 15 de octubre de 2008

De nuevo, infiltrada en el Consejo

Durante dos días, el edificio Justus Lipsius del Consejo Europeo detiene su ritmo habitual con el objetivo de acoger a más de mil periodistas, cámaras y reporteros gráficos. Allí aguardan las declaraciones de los representantes de Estado y Gobierno para ponerse a trabajar.

Preparativos
Todo está listo. Las medidas de seguridad del barrio de las instituciones europeas de Bruselas se extreman. Las calles colindantes solo son accesibles con pase de prensa, algo que conlleva infinita paciencia. Para acreditarse hace falta que el carné de identidad pase de una mano a otra y que el servicio de seguridad te escudriñe con su mirada. El solicitante llega a pensar: aunque no me parezca puedo asegurar que el de la foto soy yo.

Una vez conseguida, puede pasarse al interior del Consejo sin problema donde el silencio que place el día de los preparativos, se rompe con la actividad de los profesionales de la comunicación. Cables de todos los tamaños, luces potentísimas para las cámaras de televisión, diálogos en idiomas imposibles, música arrítmica del teclado de los ordenadores y sonidos de politonos de los teléfonos móviles. Todo ello toma el edificio para hacer posible que las resoluciones se conviertan en noticias que partan de Bruselas a todas las direcciones.

En el punto de mira de esta cumbre está la estabilidad financiera en la Unión Europea.
Paradójicamente, esta depresión exige el trabajo de miles de profesionales que de 48 horas tendrán muy pocas de descanso. Entre ellos, los periodistas. Un día antes ya se les ha visto reservarse un buen sitio en el hall del Consejo.

Problemas de vecinazgo vecinismo vecinaje vecinamiento

Fatal, fatal, fatal. He llegado a mi nueva casa y ya he recibido una agresión a mis obras de arte.

Los hechos.
Jueves día 9 de este mes a las 15 horas.
Para felicitar a un amigo le hago un cartel que pego en nuestra puerta del ascensor de manera que cuando se llega a mi piso, pueda leerse. Teniendo en cuenta que vivo en un quinto piso y somos dos las unicas que vivimos en él, a nadie tiene por qué molestarle. Además, era un póster precioso.

Sábado 12 a las 20 horas.
Llegamos de la calle y nos encontramos la felicitación convertida en una bola de papel cruelmente arrugada en la puerta de casa.

La investigación. Búsqueda de culpables.
Por ahora hemos hecho un croquis y, al igual que en una película que he visto recientemente, hemos tenido que ir a comprar el Cluedo para que nos ayude con la investigación pero nos faltan demasiados datos.

Sabemos que en el cuarto piso vive la presidenta de la comunidad. Una mujer muy marimandona a quien le gusta dejar cartelitos de advertencia de todo tipo (cerrar bien la puerta del ascensor, sacar la basura cuando se debe, respetar la tranquilidad de los vecinos, comer dos piezas de fruta todos los días, etc.) Frente a ella, una chica joven con una niña de unos seis años que nos dio las claves de dónde comprar cerraduras baratas.
En el bajo, dos polacos veinteañeros. Mi única relación con ellos fue fantasmagórica. Yo salía del ascensor con unos alicates para arreglar mi vida y la puerta se abrió sola. El chaval llevaba un paquete de beicon para arreglar su pasta. Él gritó por mis enormes alicates y yo por su gelatinoso beicon.
En el tercero viven dos señoras. Una de ella es pintora y ha dejado en el portal flyers de una exposición suya.

Caso abierto.
Nos faltan muchos vecinos, muchos cabos sueltos como para empezar a acusar. Yo he pensado en ir con galletitas puerta por puerta para presentarme y decir: soy la nueva vecina y le invito a mi fiesta de bienvenida. Si suben al quinto verán un cartel con el lugar y la hora…
A ver qué cara ponen. Estaré ojo avizor por si se les frunce el ceño.

lunes, 6 de octubre de 2008

Siempre hay algo que celebrar


Si alguien quiere a una persona, ¿quiere lo que ella quiere?

B&B y viceversa

miércoles, 1 de octubre de 2008

Día uno y ya cansada

Estoy harta. Estoy cansada de cuatro cosas que enumero a partir de ya.

  1. De elegir contraseñas y claves secretas de acceso porque todas están elegidas por otro usuario. O me obligan a que sean de seis cifras. O me recomiendan mezclar cifras y letras. El otro día, con esa obsesión, estaba escribiendo un email y puse dos veces la misma palabra. Me dije: Quietecita; tienes que buscar otra que esa ya la has escrito una vez
  2. De tener que aguantar el escozor de las etiquetas que vienen por dentro de la ropa. Parecen un manual de instrucciones al que arrastro conmigo y me olvido de que tiene fácil solución. Tijeretazo y adiós.
  3. De mover la antena a la par que la ruedecita de la radio pequeña de la cocina. Después de innumerables intentos, cuando por fin he encontrado la emisora (que no es la que quiero sino la que hay), y he preparado mi desayuno, cada vez que estiro la mano para coger la mantequilla el transistor parece estar poseído por los marcianos fffffsssssssssprrrrrrrrr rrprINTERFERENCIASSSffffss ddaaaasldfiejrprpejsjsjjddlkwe.
  4. De la cantidad de versiones francesas que hay de canciones en inglés y en español. No puedo.

    De todo eso estoy cansada.

¡Ah! También me cansé el otro día de una guía turística que nos enseñó unas ruinas encontradas debajo de la Bolsa de Bruselas. La mujer era tartamuda. Yo fui intransigente.