Tener tantos bolsos jipis de justa calidad implica que las probalidades de tener los bolsillos rotos o el forro rajado sean bastante altas y, como consecuencia, que esos agujeros negros engullan todo cuanto toquen como el espíritu Sin Cara del Viaje de Chihiro (Sen, ¿por qué te pasas gritando toda la película?)
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Bolis, horquillas, llaves, un pendiente, clinex (en plural, ¿clinexes?), caramelos miel y limón calm, un botón, un ticket de compra imprescindible, etc. Todo desaparece hasta que el día que vuelvo a coger el bolso verde de espejos los objetos vuelven a ver la luz. O no. Porque si la tarde anterior he tenido sesión mujercitas remendando bolsillos, en realidad me he dedicado a poner parches que hacen que todo quede apresado debajo del hilo. El caso es que extraviar objetos finos, pequeños o ligeros me pasa demasiado a menudo.
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Así, esta mañana, he bajado escopetada al metro mochila al hombro y cuando llego a la boca y palpo para buscar el abono transporte, me doy cuenta de que allí no estaba. Pero lo tenía localizado. Se me había olvidado en el otro abrigo.
Vuelvo a casa, llamo al telefonillo:
- "Porfa, tíramelo por el hueco de la escalera. Mételo en una bolsa con algo que pese como... una fruta, por ejemplo".
Qué gran idea.
- "¡Ahí vaaaaaaaa!"
Cuatro pisos abajo y... ¡PLAF! Compota de pera.
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Después de encontrar el abono dentro de la bolsa de papilla, lo he limpiado a duras penas e, impregnado de olor, he pasado el ticket por la ranura de la máquina que hace píii. Y allí se ha plantado. Ni pa'lante ni pa'trás.
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Dicen que hoy Lavapiés huele a macedonia.
2 comentarios:
(gran sonrisa.....y complicidad... yo también tengo bolsos envueltos en magia)
Ójala también mañana lavapiés huela a macedonia :-)
Pd. Felicidades por el cambio de imagen!
jajaj! ...y los vecinos despertaron con una gran necesidad de sustituir el curry y la cúrcuma por compota.
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