La verdad es que qué suerte tengo, pienso, de haber nacido en un contexto en el que prácticamente puedo elegir qué hacer en cada momento, dónde, cuándo, para qué y por qué.
Lo difícil es tomar una decisión porque cada día, cada instante, está lleno de tentaciones como, por ejemplo, los cereales que voy a comprar para merendar.
Después de una hora mirando la balda del supermercado me he decidido por los que parecían más ricos, con muesli, chocolate y (dentro de una estrella dorada) ¡AHORA CON MÁS MIEL!
Luego en casa, he sacado mi taza favorita, me he puesto la leche y, no sé por qué, me ha venido a la mente aquella frase de mi hermano pequeño que un día mirando su sopa con miedo de sacar la cuchara del plato preguntó: "¿Si saco los fideos se mueren?"
A continuación, mientras saboreaba mis cucharadas, he mirado los dibujos de la caja de muesli. En la parte de detrás aparecían fotos de muchos tipos de cereales, nuevas recetas, cada cual con mejor pinta que la anterior. Y me he dicho que al final los míos eran los peores de toda la gama ofertada.
La próxima vez que baje a la compra seguro que pierdo la tarde entera para ver con cuáles me quedo, y pensaré que me hubiera gustado nacer hace quinientos mil años cuando el hombre (que era muy hombre y un poco mono) no sufría la publicidad engañosa: todos los días comía bayas y cenaba mamut.
Lo difícil es tomar una decisión porque cada día, cada instante, está lleno de tentaciones como, por ejemplo, los cereales que voy a comprar para merendar.
Después de una hora mirando la balda del supermercado me he decidido por los que parecían más ricos, con muesli, chocolate y (dentro de una estrella dorada) ¡AHORA CON MÁS MIEL!
Luego en casa, he sacado mi taza favorita, me he puesto la leche y, no sé por qué, me ha venido a la mente aquella frase de mi hermano pequeño que un día mirando su sopa con miedo de sacar la cuchara del plato preguntó: "¿Si saco los fideos se mueren?"
A continuación, mientras saboreaba mis cucharadas, he mirado los dibujos de la caja de muesli. En la parte de detrás aparecían fotos de muchos tipos de cereales, nuevas recetas, cada cual con mejor pinta que la anterior. Y me he dicho que al final los míos eran los peores de toda la gama ofertada.
La próxima vez que baje a la compra seguro que pierdo la tarde entera para ver con cuáles me quedo, y pensaré que me hubiera gustado nacer hace quinientos mil años cuando el hombre (que era muy hombre y un poco mono) no sufría la publicidad engañosa: todos los días comía bayas y cenaba mamut.
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