Esta es la historia de un día en el que comí con una amiga y con quien me morí de risa porque nos salían todos los refranes al revés. Pero no me morí de verdad; es solo un decir. Así que, muy viva, me salté el gimnasio previsto por la tarde y por la noche fui a ver Courts Mais Trash, un juego de palabras que da nombre a un peculiar festival de cortos.
Esta es también la historia de una noche en la que según avanzaban las horas, me di cuenta de que todos deberíamos nacer con derecho a dar rienda suelta a nuestras locuras, o, al menos, a una parte de ellas. Eso fue cuando vi a un tío completamente desnudo en la calle en pleno tormentón… Pero ya llegaremos a esa parte.
En el certamen proyectaron alrededor de quince cortos, algunos de ellos de animación. Fueron los más rallantes, oscuros, perversamente angustiosos y desagradables que haya visto jamás. El desmayo de una chica prueba que no fui la única que se tapó los ojos con las manos (dejando los dedos entreabiertos) en varias ocasiones.
He aquí algunos ejemplos:
- Un minero se pierde en una mina mientras en la superficie la ciudad se desmorona. Abajo, el hombre va encontrando cadáveres humanos, se alimenta de insectos, bebe el agua que se filtra por las rocas (cortando el proceso de formación de millones de años de estalactitas), y se vuelve loco loquísimo.
- Un tipo queda encerrado en una habitación. Una de las paredes es la cámara, es decir, el espectador. No hay puerta. Excavando el suelo encuentra un lápiz con el que dibuja un paisaje. Se va paseando por el sendero pero en realidad sigue sin poder escapar.
- Son los años 80 y una mujer ha alquilado una casa encantada. Llega una bruja para limpiar de fantasmas el lugar y durante el ritual se pone a vomitar. La cámara se recrea horas (años) en el mismo plano.
- Wendy está dando a luz un bebé. El parto es repugnante. Primero riega a todos con sangre que salpica cual champán de botella descorchada por un ciclista y al final dispara una placenta de proporciones desmesuradas. Peter Pan que, como yo, presencia el nacimiento, descubre que el bebé tiene garfio en vez de mano…
- Una mujer obsesionada con cuentos de princesas se empeña en llevar zapatos de tacón de talla minúscula. Como no le valen tiene que amputarse los dedos de los pies con motosierra. Pero tampoco le caben de ancho, así que se hace un estropicio asqueroso cuando decide deshacerse de la carne que le “sobra” de los lados. Lo hace con un cuchillo mal afilado. Más que cortar, desgarra.
Cuando por fin se acabó, di un aplauso y un adiós. Necesitaba aire. Lo encontré en la salida acompañado de lluvia que caía rápida y con mucha fuerza. Por suerte teníamos el paraguas negro de lunares por el que, por cierto, pasaron un par de conocidos que se refugiaron un rato, soltaron un discurso y siguieron su camino.
Ya llegando a casa, nos cruzamos con un señor que había decidido disfrutar del sol húmedo de este país haciendo nudismo en la acera. Yo nunca he estado desnuda bajo la lluvia, pensé. Todavía.
Esta es también la historia de una noche en la que según avanzaban las horas, me di cuenta de que todos deberíamos nacer con derecho a dar rienda suelta a nuestras locuras, o, al menos, a una parte de ellas. Eso fue cuando vi a un tío completamente desnudo en la calle en pleno tormentón… Pero ya llegaremos a esa parte.
En el certamen proyectaron alrededor de quince cortos, algunos de ellos de animación. Fueron los más rallantes, oscuros, perversamente angustiosos y desagradables que haya visto jamás. El desmayo de una chica prueba que no fui la única que se tapó los ojos con las manos (dejando los dedos entreabiertos) en varias ocasiones.
He aquí algunos ejemplos:
- Un minero se pierde en una mina mientras en la superficie la ciudad se desmorona. Abajo, el hombre va encontrando cadáveres humanos, se alimenta de insectos, bebe el agua que se filtra por las rocas (cortando el proceso de formación de millones de años de estalactitas), y se vuelve loco loquísimo.
- Un tipo queda encerrado en una habitación. Una de las paredes es la cámara, es decir, el espectador. No hay puerta. Excavando el suelo encuentra un lápiz con el que dibuja un paisaje. Se va paseando por el sendero pero en realidad sigue sin poder escapar.
- Son los años 80 y una mujer ha alquilado una casa encantada. Llega una bruja para limpiar de fantasmas el lugar y durante el ritual se pone a vomitar. La cámara se recrea horas (años) en el mismo plano.
- Wendy está dando a luz un bebé. El parto es repugnante. Primero riega a todos con sangre que salpica cual champán de botella descorchada por un ciclista y al final dispara una placenta de proporciones desmesuradas. Peter Pan que, como yo, presencia el nacimiento, descubre que el bebé tiene garfio en vez de mano…
- Una mujer obsesionada con cuentos de princesas se empeña en llevar zapatos de tacón de talla minúscula. Como no le valen tiene que amputarse los dedos de los pies con motosierra. Pero tampoco le caben de ancho, así que se hace un estropicio asqueroso cuando decide deshacerse de la carne que le “sobra” de los lados. Lo hace con un cuchillo mal afilado. Más que cortar, desgarra.
Cuando por fin se acabó, di un aplauso y un adiós. Necesitaba aire. Lo encontré en la salida acompañado de lluvia que caía rápida y con mucha fuerza. Por suerte teníamos el paraguas negro de lunares por el que, por cierto, pasaron un par de conocidos que se refugiaron un rato, soltaron un discurso y siguieron su camino.
Ya llegando a casa, nos cruzamos con un señor que había decidido disfrutar del sol húmedo de este país haciendo nudismo en la acera. Yo nunca he estado desnuda bajo la lluvia, pensé. Todavía.
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