domingo, 8 de marzo de 2009

La Bulex

El fin de semana ha empezado, una vez más, el viernes por la noche. Agotada. Tumbada en la cama recién salida de la ducha mirando al techo. Descansando antes de salir. Recibo una llamada: "¿Sigue en pie la quedada?" "Sí, sí".
Hemos estado en un lugar con música en directo de versiones de grupos norteamericanos muy a gusto. “El cantante se parece al actor este… ¿Cómo se llama? García Bernal”.

Es una noche tranquila por lo que volvemos en el autobús nocturno (“¿Se dice noctis o notis?"). Le esperamos bajo la calefacción del sitio de frits de la Bourse. Gran idea a repetir en el futuro.

Al día siguiente, amanece soleado. Bip-bip: tengo un mensaje con la siguiente propuesta: "¿Un paseo en bici por el Fôret de Soignes?" ¡Vale! Pero se trunca nuestro plan porque está cerrado el sitio de alquiler de mountain bikes. Hay que abortar la operación y la cambiamos por los bocatas a pie del lago de la Bois de la Cambre. Nos acompaña un viento que podría llevar en volandas a Dorothy y sus colegas el señor Espantapájaros y el señor Hojalata.

Llegan unos perros pesados a olisquear nuestro almuerzo. Al cabo de un rato aparecen sus dueñas que no olisquean nada pero sí ponen cara de envidia y se les cae la baba al ver nuestros humildes manjares. El frío lo compensamos con un gofre del puesto móvil y un café en la Pastelería portuguesa García en la Avenue de la Couronne.

Por la noche, fiesta de disfraces. Recorremos varias tiendas de segunda mano en busca de ideas. Al final nos arreglamos con una caja de pinturas de colores de cara y un poco de cartón (y una barra de pegamento) para hacerme alas de mariposa. Con los disfraces ya construidos y las caras decoradísimas y muy ralladas, tomamos un plato riquísimo de lentejas: ¡olé con olé!

Después de la fiesta de carnaval tardío haciendo amigos jugando a A E I O U con globos, vamos a la Bulex. Una soirée (fiestorro) que tiene lugar en Bruselas una vez al mes en el antiguo colegio Batellerie al que entramos por la puerta de invitados. Cada aula, el salón de actos y el gimnasio tiene ahora una barra de bar y un dj con un estilo de música. Y en vez de pizarras, hay alguna pantalla para proyectar vídeos. Hay también otra zona con sillones y pufs (¿pufes?, ¿puffs?) para sentarte mientras tomas un té y te pasan una cachimba... Es un lugar totalmente obligado en esta ciudad. Yo, con la peluca rosa, he triunfado como nunca.

Hoy domingo me he levantado de nuevo con las obras de reforma del asfalto. Tenía así, un sol enorme martirizándome los ojos y el ruido de la calle, los oídos, cuando me ha llegado otro sms: “¿Café en una terracita? ¡No veo una nube!” Ha sido en el Belga. Allí, un universitario de fármacos, con traje de chaqueta, en calzoncillos, flauta en mano y en pro de la libertad de expresión, se ha unido a la mesa y le ha dado un toque original al día de hoy y a este fin de semana. Típico fin de semana en Bruselas.
(Dedicado a L.Ruíz)

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