Subo por la calle de la Montaña, eje comercial de la ciudad belga de Charleroi, abanicada por bragas y calzoncillos gigantes que promocionan cierta dieta milagrosa y promueven tallas más pequeñas.
Esquivo a un aburrido coche de policía que por el simple hecho de poder atravesar la zona peatonal, lo hace. Llego a la cima de la montaña donde me recompensan con una chocolatina. Bueno, no es tan sencillo. La cosa ocurre del siguiente modo.
Cuando llego allí arriba, me encuentro clavándose en mis ojos los de un chico con una carpeta y un bolígrafo. Ya está. Me va a someter a una hora de speech (después de mentirme y promoterme que será solo un minuto) para hacerme socia de tal asociación y yo voy a tener que desviar mi mirada moviéndome disimuladamente hacia un lateral. Pero esta vez tengo todo el tiempo del mundo y voy directa a él. Se trata de un estudio de mercado de chocolates de la marca Côte d´Or.
Entramos en una cafetería próxima. Le aviso: “Voy al toilette”. Sí tiene papel higiénico, sí, pero es uno de esos rollos gigantes que le sirven a los boxer de la foto. De esos enormes que por mucho que los des vueltas no consigues coger el extremo porque encima son (como los vuelos) de bajo coste y solo tienen una capa. Al final hago un agujero atravesando el rollo con el dedo y en ese momento se apaga la luz ya que sus bombillas, también ahorradoras, son de apagado automático.
Después de la aventura y la cara de preocupación del chico, comienza la encuesta. Durante la batería de preguntas miento un poco para (aprovechando para aprender francés) pronunciar todas las respuestas posibles: de acuerdo, ni de acuerdo ni en desacuerdo, totalmente de acuerdo, etc.
Esquivo a un aburrido coche de policía que por el simple hecho de poder atravesar la zona peatonal, lo hace. Llego a la cima de la montaña donde me recompensan con una chocolatina. Bueno, no es tan sencillo. La cosa ocurre del siguiente modo.
Cuando llego allí arriba, me encuentro clavándose en mis ojos los de un chico con una carpeta y un bolígrafo. Ya está. Me va a someter a una hora de speech (después de mentirme y promoterme que será solo un minuto) para hacerme socia de tal asociación y yo voy a tener que desviar mi mirada moviéndome disimuladamente hacia un lateral. Pero esta vez tengo todo el tiempo del mundo y voy directa a él. Se trata de un estudio de mercado de chocolates de la marca Côte d´Or.
Entramos en una cafetería próxima. Le aviso: “Voy al toilette”. Sí tiene papel higiénico, sí, pero es uno de esos rollos gigantes que le sirven a los boxer de la foto. De esos enormes que por mucho que los des vueltas no consigues coger el extremo porque encima son (como los vuelos) de bajo coste y solo tienen una capa. Al final hago un agujero atravesando el rollo con el dedo y en ese momento se apaga la luz ya que sus bombillas, también ahorradoras, son de apagado automático.
Después de la aventura y la cara de preocupación del chico, comienza la encuesta. Durante la batería de preguntas miento un poco para (aprovechando para aprender francés) pronunciar todas las respuestas posibles: de acuerdo, ni de acuerdo ni en desacuerdo, totalmente de acuerdo, etc.
Para terminar, la parte práctica. Pruebo recetas rompedoras cuyo envase describe como: chocolate negro ligero con trocitos de cacahuete cristalizado y besos de fruta de la pasión caramelizada. Como agradecimiento me regala una tableta de Mousse Intense Noir y yo encantada me despido: “¡No dudes en llamarme para la próxima cata!”. Las palabras se las llevó el viento.
1 comentario:
Si al final va a ser mejor el chocolate q el...
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