¡Viva el rey! ¿Qué rey? Carlos II. Un rey que regaló su nombre (con lazo rojo y papel dorado) a una ciudad: Charleroi, conocida por su aeropuerto de vuelos de bajo coste (en el que acabo de dejar a una visita pequeñita y fugaz con un largo suspiro y un ¿ya os váis?).
Total, que me voy de paseo y me encuentro con una galería preciosa donde hay una librería de segunda mano: Librería Fafouille (“Especializada en comics; compra-venta”). El librero tiene el pelo blanco y lleva gafas pequeñas para ver de cerca. Viste pantalones de pana marrones y tirantes de cuero muy gastado. Una chaqueta con un bolsillo con mancha de tinta negra de la pluma con la que ahora escribe. No sé si estará plagiando un poema sin darse cuenta (eso le pasa a los que leen mucho) o rompiéndose la cabeza para ver cómo clasificar un ejemplar de “Un cachorro en apuros III”. ¿Infantil? ¿Naturaleza? ¿Colecciones? ¿Humor? ¿¿Drama??
Ahí le dejo con su problema y me pierdo entre estanterías donde huele a antiguo y a viejo. Curioseo hasta encontrarme con una bici de esas con una rueda descomunal que me alumbra y me deslumbra con su foco fundido.
Una vez fuera, sigo caminando y me topo con un impresionante edificio y otra librería. Mucho edificio para tratarse de una tienda. Pregunto a un dependiente a quien le gusta contar muchas cosas que sabe y que pocas personas quieren conocer. Después de contarme la biografía de dicho lugar me dice: “Acompáñame por aquí”. Y subimos por un ascensor a la tercera planta. Entramos en una sala oscura y vacía y yo me imagino típico momento romántico de: Cierra los ojos y ábrelos cuando te lo diga. Los abro en cuanto enciende la luz y me encuentro con un teatro. Una habitación abuhardillada con vigas de madera, una tarima y muchas sillas apiladas. Le digo todos los adjetivos que sé decir en francés para expresar todo lo que me gusta ese lugar. Le doy las gracias (alguna de las que yo tengo). Se apagan las luces. Se acaba la función y yo sigo mi ruta turística por Charleroi.
Una vez fuera, sigo caminando y me topo con un impresionante edificio y otra librería. Mucho edificio para tratarse de una tienda. Pregunto a un dependiente a quien le gusta contar muchas cosas que sabe y que pocas personas quieren conocer. Después de contarme la biografía de dicho lugar me dice: “Acompáñame por aquí”. Y subimos por un ascensor a la tercera planta. Entramos en una sala oscura y vacía y yo me imagino típico momento romántico de: Cierra los ojos y ábrelos cuando te lo diga. Los abro en cuanto enciende la luz y me encuentro con un teatro. Una habitación abuhardillada con vigas de madera, una tarima y muchas sillas apiladas. Le digo todos los adjetivos que sé decir en francés para expresar todo lo que me gusta ese lugar. Le doy las gracias (alguna de las que yo tengo). Se apagan las luces. Se acaba la función y yo sigo mi ruta turística por Charleroi.
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