jueves, 17 de junio de 2010

Gentes extraordinarias

A mi barrio le llamamos El Poblado. Y en los últimos años ha sufrido muchos cambios. Para empezar, el puesto verde ha desaparecido de su esquina. Los escaparates ya no tienen hilos y dedales, muebles asequibles o buñuelos de nata, sino carteles con concesión de créditos y ofertas Ven con nosotros si quieres viajar.

El grueso humano ha huido en estampida. Pasada la fase Erasmus, cuando los que no estábamos fuera aprovechábamos vuelos baratos para visitar al que sí estaba disfrutando de la beca apodada orgasmus, hemos entrado en una etapa en la que nos ha dado por experimentar la vida en otros países donde siempre aparece alguien que te dice que conoce un temazo y ("¡No! ¡Eso no es necesario!") también te lo baila: La Macarena.

Los que hemos vuelto hemos adquirido un papel centralizador importante. Aprendemos a convivir con nuevos personajes a quienes hay que dar una oportunidad o incluso dos. Por ejemplo, el perro del vecino me muerde la falda siempre que me ve. Las dos veces que me ha visto (el perro chotacabras), llevaba falda (yo falda, el perro chaleco escocés) y me ha mordido (el perro, claro, aunque si se repite, le he dicho al dueño que voy a morderle yo a él. Al dueño, claro). A este tipo de elementos hay que darles tiempo y, dado el caso, hacerles un hueco y saludarles por la calle.

Tratamos también de dar cálidas bienvenidas al que regresa y despedir al que decide probar suerte en el extranjero. El último caso ha optado por Francia y para abrazarle con un à bientôt! hubo cañas en la terraza del gallego. Estábamos congelados y hechos un ovillo pero aguantamos como campeones la mesa en la calle que tanto nos había costado conseguir. Pues desde ese día mantengo conversaciones con los muebles de mi casa porque se habló de que los pensamientos mueven el mundo y otras pamplinas como eso de que la tierra es redonda como un balón magullado.

Y esto del poder de la mente viene del japonés, doctor en Medicina Alternativa, Masaru Emoto. Su libro "Mensajes del agua" recoge el resultado de una investigación de distintos tipos de agua para llegar a conclusiones como que el agua tomada en fuentes y arroyos de montaña forma bellas estructuras cristalinas en contraste con los cristales deformados hallados en muestras de agua contaminada o estancada. Y va más allá. Cuando las muestras fueron expuestas a palabras, pensamientos o emociones negativas, el agua no sólo no formó cristales sino que en su lugar se crearon estructuras caóticas.
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Así que ahí estuvimos preguntándonos, al ocurrir con el agua, ¿No tendrá efectos también en las plantas, en un trozo de madera o en un plato de macarrones con tomate? Total, que estoy inmersa en un experimento secretísimo que consiste en hacer el vacío a un sofá naranja del cuarto de estar (muchos sabemos que la comodidad no le caracteriza) mientras con el otro, macabramente situado enfrente, me deshago en mimos y piropos, y finjo sentirme entre sus brazos mejor que en los de ningún otro.

Ya veremos cuál cruje antes. Por seguridad, no daré más detalles no vaya a ser que mis sujetos de investigación, además de captar sentimientos, hayan desarrollado la habilidad de conectarse a internet. Pero si se comprueba la teoría, se acabó pedir al perro el periódico y las zapatillas (¿alguna vez lo hizo?). De ello se ocupará la mesilla de noche. Siempre que reciba su riguroso beso de buenas noches antes de que apaguemos la luz.

2 comentarios:

Anux dijo...

Estás zumbá pero me parto.

Palo y Mikel dijo...

¡Hola Elena! Desde hace 4 meses que no te leia (desde que empezamos el viaje)y se me había olvidado lo bien que escribes.