Ayer estuvimos en un conciertazo (de Shaman Festival) en el que el batería era un chico ciego. Lo hizo impresionantemente bien. Deslizaba las baquetas por los platos con un dominio y una seguridad admirables. Fue el único miembro del grupo que no dejó de tocar en todo el tiempo.
Al final, mientras él seguía sumido en el éxtasis que le producen los directos, charlamos largo y tendido. Iban saliendo temas de conversación y me di cuenta de que la vista es el sentido que más exploto. El que más utilizo. Y el que creo que más echaría de menos si no lo tuviera. Pensé además que me habría encantado enseñarle las fotos que hice durante su espectáculo ya que la puesta en escena fue grandiosa. Quise prestarle mis ojos un rato para que lo viera... Sin embargo, ¡¡¡él tiene la percusión!!!
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