El tiempo, por tanto, se ha portado muy bien en esta última edición del Couleur Café. ¿Y el resto de elementos? Más o menos, también.
El primer día.
Después, nada más pasar la puerta de entrada, con tal de no tirarlas a la basura, matamos en tiempo record las cervezas que habían sido pilladas in fraganti dentro de mi mochila. Culpa mía porque no me había preparado ninguna mentira y me pilló de sorpresa la pregunta que estaba claro que iba a caer: “¿Llevas bebidas dentro?” A lo que respondí, sin más: “Pues mira, sí”.
Atravesando el paseo con puestos de comida de diferentes países estaba la explanada con los tres escenarios. Y los que allí arriba tocaron pudieron ver, una vez más, que nuestros cuerpos no pararon de bailar ayudados por los energéticos bocadillos de lomo con tomate y las birras aguadas.
Entre otros, en este festival, tan étnico, familiar y carnavalesco, hemos visto a: la pareja de Mali Amadou y Mariam con sus gafas oscuras (no ven; son ciegos) recibiéndonos con La Réalité. Una chica, Ayo, muy dulce, muy bonita, muy tranquilita… Demasiado para lo que nos apetece en ese momento, por lo que nos limitamos a apuntar su nombre a la lista de próximas descargas de internet. Un Ben Harper con su habitual momento guitarra sobre rodillas (¡quién fuera esa guitarra!), algo más aburrido y decaído que otras ocasiones (quizás por faltarle sus Innocents Criminals). Keziah Jones, desconocido totalmente para nosotros, allí en el escenario Univers, descamisao y con sombrero. Y entre tanto, paseándose noche y día, había un grupo no numeroso de hombres haciendo una batucada mientras tres mujeres zancudas con trajes blancos y cucuruchos en la cabeza pululeaban a su alrededor.
El segundo día.
Bibi Tanga, bajo la carpa Fiesta, nos fue preparando para uno de los mejores shows: el de Emir Kusturica con su disfraz de hombre alado y The No smoking Orchestra. Esa fue la noche en que los fuegos artificiales desearon un feliz cumpleaños al Couleur Café y mucho más feliz para el picolino.
Pero ahí no se acababa la música. Lo hacía con Magic System quien marcó el ritmo al trenecito que formamos de camino al bus nocturno.
El tercer y último día.